En si el problema de hecho, no está en consumir azúcar si no su consumo excesivo: satura los sistemas de procesamiento de alimentos que tiene el cuerpo humano y como efecto sobreviene enfermedades como la diabetes, por ejemplo. Sucede, por su puesto, con el exceso de consumo de otros alimentos. No escapa ninguno.
Por ejemplo, comer en exceso alimentos(calorias) produce obesidad, claro es que una alimentación desequilibrada sumada a una cantidad insuficiente de alimentos también la procura(no excluye los embutidos o ultraprocesados).
Hay otros productos que, si se consumen de manera exagerada, como el tabaco también deriva en enfermedades que terminan en la muerte. Sucede con el alcohol o la cocaína.
Ahora bien, el veto social y el que realizan los gobiernos y estados al consumo de ciertos productos está vinculado a pruebas o ensayos científicos que hacen evidente el que su ingesta conduce a la muerte. Bueno, otra cosa son los venenos propiamente dichos, que eso si, con una pequeña cantidad manda la gente al otro lado.
Cualquiera dirá que legalizar el consumo de cocaína llevará a que todo mundo decida debido a su poder de adicción y a la facilidad de acceso, a que termine produciéndose una epidemia de consumidores y enfermos en calles y familias. Pero bueno, la realidad es que la oferta en las calles de todo tipo de estos productos, pese a su prohibición, es prácticamente generalizada y lo que fuere a generar una legalización ya es visible a ojos. De hecho, el control al consumo lo lleva a cabo en este caso, más que las instituciones estatales, la familia, en general la sociedad.
Si, la idea de este escrito, es considerar la legalización de determinados productos satanizados como drogas.
Hay un ejemplo semejante al comúnmente utilizado del alcohol que es el tabaco.
El tabaco, como el consumo de la hoja de coca, tiene origen en las naciones que por miles de años han habitado lo que hoy se denomina América (de hecho, el nombre indígena de dicha zona continental ha sido desaparecido). Se habla de 22 y 32 mil años en el caso de Chiribiquete.
Tras la conquista (a sangre y fuego), los españoles conocieron el tabaco y sus usos medicinales, recreativos y en la práctica de rituales. Primero persiguieron su consumo, luego conocieron “sus propiedades”, para terminar estimulando su comercio en Europa(entre otros en las altas cortes) y estilando cultivos a gran escala en América para ser exportado al Viejo Continente.
A fines del siglo XVI, el comerciante español Francisco Hernández de Boncalo en su libro “Virtudes de las Plantas y animales” decía sobre el consumo de tabaco: “aspirando el humo con boca y nariz cerradas para que penetre el vapor hasta el pecho, provocan admirablemente la expectoración, alivian el asma como por milagro, la respiración difícil y las molestias consiguientes". Además: "Se embota el sentido de las penas y trabajos, e invade por completo el ánimo como un reposo de todas las facultades, que podría llamarse una casi 'embriaguez'."
Es decir, una sobredosis de tabaco procura la muerte, pero de otro lado, un consumo moderado mitiga el cansancio y el estrés, pero un consumo sostenido, como se conoce hoy deriva en cáncer de pulmón e incluye “quien fuma pasivamente”, como decir, el que permanece al lado del fumador.
Como se menciona, a finales del siglo XIX eran bien conocidas las “ventajas” como los efectos nocivos del consumo de tabaco, pero para 1847, Philip Morris abrió su tienda para venta de tabacos en Bond Street, Londres.
Como se sabe, por décadas, las tabacaleras compraron investigaciones a centros de educación e investigadores del mundo que sostenían que el consumo de cigarrillos no tenía mayores efectos nocivos para la salud. La normalización del consumo fue posible debido al control privado de los entes de control estatal, la financiación de empresas particulares de las universidades que es donde se realizan las investigaciones y el control de los privados de grandes medios de comunicación.
Por mucho tiempo una cajetilla de Marlboro en el bolsillo delantero de la camisa era símbolo de estatus social. Hoy aunque con calaveras en las cajetillas siguen siendo vendidos en los almacenes de cadena y en cada esquina de las ciudades.
Hay que agregar, que en el fondo el problema no está en que existan productos nocivos para la salud, si no que el estrés debido a las largas jornadas de trabajo asociadas a esta era neoliberal, la informalidad laboral, el desempleo, el trabajo que ahora está asociado a pobreza económica, son los elementos que en medio del desespero empujan las gentes al consumo de algo que los desconecte del mundo.
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