Los efectos del precipicio de la hegemonía,
derivada de la entrega del poder industrial en torno a Washington a China, a
efecto de salir al paso a las crisis connaturales del capitalismo, la crisis de
sobreproducción y de tasa de ganancia, mitigada con la expansión continuada del
espectro geoeconómico, que fue lo que sucedió con la deslocalización industrial
en dirección de Beijing, también se sienten en el orden de lo político y ético;
entra en crisis el modelo bipartidista, las denominadas democracias liberales,
un modelo de gobiernos de élite en buena parte de los países del mundo y en
lo ético, la cuenta de cobro por la política continuada por décadas de
violaciones a los derechos humanos a lo largo y ancho del orbe, incluye
la práctica del genocidio, lo que ahora concentra los ojos en lo que sucede en
Gaza, una hipérbole de lo que sucedió en las dictaduras militares del Cono Sur
o los grupos paramilitares financiados con la economía del narcotráfico durante el Siglo XX en
Nicaragua, Salvador, Guatemala, Perú, Mexico (ya en el siglo en curso) o
Colombia(una guerra eterna pero que con una política como la del gobierno actual puede abrevar sus confines). ¿América para los americanos?
El colonialismo financiero basado en las
emisiones de dólares permitieron a Estados Unidos solventar su batalla con las
grandes potencias usando como pagadores finales el Sur Global y las propias potencias adversantes, pero un modelo
que al entrar en crisis ante la emergencia de economías y monedas de los BRICS,
lo que se ha intensificado desde el año 2022, no solo ha obligado a la Reserva
Federal a contener sus emisiones tratando de mitigar la inflación, ante la
reducción de la absorción internacional del dólar, sino a contraer el gasto
público en el propio Estados Unidos. Como se sabe, la criminalización de los
migrantes es el modelo para implantar medidas generales relativas a la
contracción de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos
estadounidenses, con el fin de evitar que ante los recortes del gasto público
sobrevengan los levantamientos sociales contra el régimen bipartidista, el
gobierno de Wall Street, algo que como se ha mencionado en anterior columna
resulta incontenible si se piensa en la recién elección de Zohra Mamdani como
alcalde de New York.
Ante el giro geopolítico que se presenta, las
costuras de la historia con las que se ha tejido la sociedad estadounidense y
finalmente continental toman de nuevo cuerpo.
La guerra de independencia de Estados Unidos de
Inglaterra en el siglo XVIII, basada entre otros, en lo que a futuro se
consolidara como principio de autodeterminación de los pueblos, se fraguó
debido a un levantamiento impulsado por el incremento de impuestos de Londres a
sus colonias en ultramar con que financiar las guerras de Gran Bretaña en la
propia Europa, pero algo que como era de esperarse extendió la confrontación del
Viejo Continente a América(incluyó disputas coloniales en la India, África,
Asia Occidental y Oriental).
Mientras en Norte América, el hacendado George
Washington adoptando una guerra de guerrillas y en representación de las 13
colonias fundadas por blancos inmigrantes esencialmente de Inglaterra e Irlanda, fue apoyado en su gesta de independencia
por el reino de España y Francia, en el resto del continente, como en el caso
de Bolívar, que tomó como pivote el estallido social provocado por la
imposición igualmente de mayores impuestos, no a blancos inmigrantes sino a
criollos o mestizos, por parte de Madrid, el apoyo que recibió fue el de
Inglaterra como contrapartida al predominio de la Corona Española.
Bolívar como Washington prometieron a esclavos
e indígenas la libertad, la propiedad de tierra a cambio de sumarse a la gesta
de independencia contra las metrópolis coloniales correspondientes, en el
contexto de las ideas de la ilustración europea que rezaba “el que todos los
hombres son iguales”, lo que sintetiza la derogación de la
monarquía, y que la garantía a ello era la instauración de regímenes
republicanos, representación política y división de poderes.
Este contexto es el que permite comprender como
los blancos inmigrantes británicos e irlandeses trasladaron la perspectiva
propia de Londres, el imperialismo y el desarrollo industrial, de hecho con el
favor a la postre de la misma metrópoli británica, al recién creado Estados Unidos, algo que
contrasta con lo que sucedió en el centro y sur del continente que tenía una
matriz política de una Corona Española basada en la explotación minera de
oro, plata y la producción agrícola para la exportación a Europa, en sí de la
posesión de la tierra y una perspectiva si se quiere feudal.
Puede afirmarse que es la revolución industrial
asumida por Inglaterra y traída del imperio del centro, es decir, desde Beijing
(una historia poco conocida), lo que explica la victoria británica sobre las
demás metrópolis coloniales europeas, y en la actualidad el
poder que ejerce el Reino Unido sobre el resto de Europa con el apoyo de
Washington.
El Brexit (2016) puede entenderse como la reacción al puente geopolítico que la Unión Europea construía a través de Berlín, con Moscú y que se consolidaba a través de los gasoductos Nord Stream (2012) bajo el mar Báltico y que conducía a la integración paneuropea con Rusia (superando el tapón terrestre y colonial que EEUU había creado en los países de Europa Oriental), en proyección a la misma China, volviendo irrelevante a Estados Unidos. Era el primer tiempo de lo que fuera la guerra en Ucrania en 2022.


