2025/01/26

Comúnmente se hacen paralelos de lo que fue la epidemia de 1918 con la padecida en el año 2019, sin embargo, existen condicionantes ambientales que ciertamente hacen la diferencia. Es posible afirmar que hoy estamos enfrentando fenómenos biológicos proyectados por la mano humana derivados de la revolución verde, es decir, la aceleración de la producción de los cultivos a través de los agroquímicos o "adicción" al nitrógeno y aquellas transformaciones asociadas al “experimento genético” que los humanos practican tanto en especies vegetales y animales, lo que los incluye a ellos mismos.

En esto hay que hacer la diferencia, porque alimentos básicos como los cereales, cerdos, pollos o ganado vacuno han sido presa de constantes modificaciones genéticas hechas por los humanos para hacer más efi-ciente su producción(el antropocentrismo de que todo debe girar en torno a  una sola especie), y de otro lado, se han adoptado medidas que conducen al marchitamiento de la biodiversidad natural, un factor esencial de la “evolución” que caracteriza la acción propiamente de la naturaleza, de la que “todo” es un subproducto y que se cifra en “infinitas”(como considerando lo que es el universo) interacciones atómicas, nucleares, celulares, de lo biológico con lo no biológico y que establecen indefinidos sistemas de flujos de energía, tantos como células especializadas visibles o no visibles para el ser humano existen.

De hecho, 1918 y 2019, se diferencia a su vez por la adopción "por primera vez en la historia", de una vacuna sintética que impacta el ácido ribonucleico celular, es por eso que la vacuna se denomina de ARN Mensajero. De la epidemia de comienzos del siglo XIX, se sabe que los humanos asumimos una resistencia a la gripe española (definida así porque en el contexto de la primera guerra los potencias en confrontación no quisieron reconocer los efectos de la epidemia y solo España fue quien se atrevió a denunciar el hecho), y está por verse en el futuro cual será el efecto de la adopción de una vacuna de este tipo en los humanos. Hay que decir, que las vacunas de ARN se adoptaron especialmente en Occidente, mientras otras aplicadas en China y Rusia se basan en métodos que sobrevienen a civilizaciones en la antigüedad, que consiste en tomar el virus, y con métodos químicos y físicos disminuir su capacidad para al ser inyectado, es el  sistema inmunológico humano el que “crea” el anticuerpo, es decir, controla el virus.

Como se sabe la experimentación genética es una caja negra en la que los humanos introducen elementos y salen frankesteins o algo que se asimila a especies "adecuadas" a la economía, como resistentes a las plagas, en las que se incorpora en su material celular insecticidas, un modelo que se replica en los animales “para la alimentación humana”, lo que incluye la aceleración del crecimiento con la incrustación de hormonas. En este caso “la mano visible” al hacer un hallazgo se dedica a la clonación de especies algo que diverge del proceso natural caracterizado por la diversidad, es decir, una hoja de una planta de la misma especie es diferente a otra. Sucede con los animales. Como decir, que cada ser humano tiene un iris o huella única: todo parece relativamente igual si se comparan seres de una misma especie, pero son igualmente únicos, el denominado “milagro de la singularidad”.

La clonación igualmente intenta ser inhibida por la naturaleza por lo que las especies de laboratorio constantemente tienen que ser “rectificadas” pero se sabe que redundan en riesgos. Mientras que las especies vivas propias de la naturaleza, su diversidad intrínseca las protege de las plagas y dan continuidad a la infinitesimal evolución de su propia prole. Los clones carecen de ello y los cultivos son comúnmente avasallados por “las plagas”, lo que en especies de carácter natural se contenía mediante sus propios sistemas biológicos. De hecho, hay “supermalezas” que se han desarrollado como respuesta de la naturaleza a la introducción de los cultivos modificados genéticamente resistentes a las mismas. Sucede, con el fenómeno de los antibióticos en los humanos.

El presidente Trump hace unos días derogó las laxas regulaciones existentes sobre inteligencia artificial en Estados Unidos y a cambio lanzó el proyecto Stargate (Puerta a las Estrellas o Puerta Estelar) un concepto que toma como referencia mitologías antiguas y del origen extraterrestre de la especie humana. El proyecto busca colocar a Estados Unidos en la vanguardia global de la Inteligencia Artificial, es decir, aquella que desaparecerá algo como el 40% de los trabajos remunerados que existen en el mundo, con una inversión soportada en la hacienda estadounidense (con emisiones que paga el resto del mundo) de 500 mil millones de dólares.  Trump menciona que la IA tiene el potencial para desarrollar todo tipo de “medicinas” para el mundo, aunque que mejor que la herramienta para controlar las mentes humanas, las sociedades y relanzar una pretendida era de neocolonialismo global.

Explica la selfie de Trump en medio de los eventos de la posesión con magnates que se peleaban por aparecer en la primera línea de la misma como Zuckerberg de Meta, Sam Altman de Open IA, Pichai de Alpahabet, Masayoshi de Oracle o Elon Musk, por su puesto.

No es que esto evidencie la existencia de “la creación” de una oligarquía tecnológica que gobernará el mundo, como algunos discuten. Es más bien, que Trump los obligó a salir de sus madrigueras y que los negocios en las oficinas privadas con recursos públicos dan paso a reconocer públicamente el reinado del Magnate de Mar a Lago.

Entre otros, como se ha mencionado, los irredentos recursos emitidos por la Reserva Federal entregados a los privados y que ha cultivado la élite que procura el “mayor magnate” en la historia de la humanidad, Elon Musk, no es un fenómeno precisamente nuevo.

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