Acuñar monedas ha sido una característica propia
de estados debido a que son sociedades, su actividad económica y comercial, quienes
garantizan a través del trabajo depósitos de respaldo, regularmente en oro (un
material escaso en la naturaleza, luminoso, sobre el que se practica fundición desde
las civilizaciones más antiguas, que se extiende a culturas prehispánicas en
América y versátil en innumerables aplicaciones, hoy incluso en computadores y
smartphones), para el caso de demandarse la liquidación de la moneda emitida.
Hay pues una correlación entre el trabajo y el tiempo invertido para la obtención de las virutas de oro, en gramos, y su equivalente en el trabajo de otras actividades humanas con las que se obtienen diversos productos. En realidad, el canje que así se realiza es en el fondo un trueque donde es el tiempo y el trabajo el que define el intercambio mediado por su equivalencia en gramos de oro.
Otros minerales o bienes han representado depósitos a la vista que soportan la emisión de moneda, pero una experiencia menos común si se piensa en la durabilidad en el tiempo de dichas formas de garantía (el oro no se contamina o erosiona con el paso del tiempo a condiciones extremas de oxidación incluyendo la exposición ilimitada al agua, al aire u otros minerales).
La eliminación del patrón oro en 1971 por parte del gobierno Nixon en Estados Unidos, es decir, que se daba a conocer que dicho país emitiría moneda al margen de sus depósitos representativos en oro, dispuso un nuevo escenario en las equivalencias del dinero emitido por un Estado que en este caso transitó a la representación del poder industrial, productivo y militar como respaldo, en un mundo geoeconómico internacional donde el comercio y las reservas de emisiones de moneda, país a país, quedó soportado en “el dólar” debido a los acuerdos de Bretton Woods, a la postre de la Segunda Guerra Mundial.
La URSS de entonces descontó en importancia la actividad de Bretton Woods y fue finalmente una importante causa de su derrumbe ya en 1991. La Unión Soviética consideraba que la proletarización universal era inevitable en la esfera del capitalismo empresarial al que responsabilizaba de las dos mayores guerras mundiales debido a su ingente necesidad de expansiones geoeconómicas con que mitigar sus cíclicas crisis de tasa de ganancia y de sobreproducción, por lo que los trabajadores procurarían su relevo en el camino de la instauración de un modelo económico de capitalismo de estado o Socialismo, que contuviera las fuerzas que impulsan el nihilismo del capitalismo empresarial.
En el contexto de Bretton Woods, toda transacción internacional comercial requiere de dólares para realizarse, y los países no demandan oro como bienes y servicios, en su momento concentrados en su producción en Estados Unidos, pero es lo que definitivamente ha cambiado como en tantas otras columnas se ha mencionado, y es que ahora es China quien concentra el desarrollo productivo global, encarna los mayores avances tecnológicos, lo que deriva en la progresiva crisis de la hegemonía estadounidense y occidental, un fenómeno ratificado por las declaraciones del actual ocupante de la Casa Blanca, Donald Trump, quien ha afirmado que los países que opten por renunciar al uso del dólar en sus transacciones deberán enfrentar incrementos de aranceles en su comercio con Washington del 100 por ciento de los actuales y más, pero una amenaza que poco tiene que hacer ante la incursión a comienzos de siglo de China en la Organización Mundial del Comercio-OMC (es decir, un proceso que ya acumula 24 años), dado que sus relaciones internacionales se han soportado en su palanca industrial, promoviendo en las transacciones el uso de monedas locales, lo que incluye el yuan o renminbi.
De hecho, China ingresa a la OMC “promovido” por el mismo Estados Unidos ante la encrucijada que representaba que los inclementes superávits comerciales de Beijing fueran a la adquisición de deuda de Washington, el primer país del mundo en estas inversiones en su momento y el segundo en la actualidad, lo que desafiaba la desnudez de demandar pagos imposibles de realizar por las impresiones de dólares que significaban y la potencial implosión del patrón soportado sobre si mismo, en el billete verde. La opción fue pues, permitir a China tomar los superávits comerciales en dólares e invertirlos en cualquier lugar del mundo, lo que, de hecho, perfiló el actual orden multipolar.
El salto hacia delante de Wall Street con la llegada de Trump es imponer el uso comercial de las criptomonedas, ya no como depósitos en la banca central como en el caso del dólar y que obligan los acuerdos de Bretton Woods, como en el comercio doméstico país a país y que usaran para su introducción las bolsas de valores estadounidenses donde se facilitará la adquisición o participación accionaria de empresas ya no solo en dólares, si no, precisamente en criptoactivos. Esta proyección también esta soportada en la red internet, mediante la cual se realizan transacciones internacionales al margen del control de los Estados.
Las sumas transadas son descomunales y tienen que ver con las emisiones irredentas en dólares existentes y de la inflación que está cercando paulatinamente los Estados Unidos. Por ejemplo, hoy un bitcoin se tasa en más de 104 “mil” dólares: un dólar equivale a 4200 pesos pero “un” bitcoin abreva cifras que superan los 436 “millones” de pesos.
Siempre se ha sabido que las élites económicas son un símil de élite política y hoy es más que evidente en los Estados Unidos. El fin de semana antes de la asunción al poder por parte del presidente Trump, este lanzó su propia moneda digital (el TRUMP), de hecho, su propia esposa hizo lo mismo (definida como MELANIA) y recordar que el mismo Elon Musk tiene su propio token. A la postre, ya en la Oficina Oval, el magnate firmó una orden presidencial donde se establece la creación de un grupo de trabajo que, en mención de TRUMP debe convertir a Estados Unidos en centro del comercio de criptodivisas a escala mundial, mediante un equipo presidido por el denominado “zar de la inteligencia artificial” Davis Sacks y del que harán parte según la directiva, el Secretario del Tesoro, el presidente de la SEC(Comisión de Bolsa de Valores) y otros responsables de entidades hasta ahora destinados al control de criptoactivos en el nivel financiero.
El único problema es que si el respaldo de la FED a los dólares hasta ahora emitidos está en entredicho, en el caso de las criptodivisas, ni si quiera existe una entidad sobre la que colocar los ojos en caso de una debacle; es el “todo se desvanece en el aire” en la Wall Street del magnate de Mar a Lago.
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