2024/09/16

Por décadas, terminada la segunda guerra mundial, las elecciones presidenciales y a parlamentos en Estados Unidos y en Europa Occidental, se llevaron a cabo en el marco de procesos frentenacionalistas, donde poco más de dos partidos se turnaban en el poder y donde la política tenía en el retrovisor la evolución de la Unión Soviética para saber hasta donde era posible comer de la torta de los derechos civiles, políticos y económicos, que demandaba el orden de acumulación capitalista, que evitara el impulso de movimientos de izquierda.

Por supuesto, la disolución de la URSS es lo que explica lo que sucedió a la postre, procesos como la universalización de la informalidad laboral, descapitalización de los estados nación mediante la privatización de empresas estatales que dinamizó el neoliberalismo, la acentuación de la captura de mercados domésticos por parte de multinacionales, el trato nacional de las empresas extranjeras, o el financierismo basado en el dólar estadounidense.

Este contexto, es decir, los frentenacionalismos en las grandes potencias occidentales, en general hasta los años ochenta, lograba el objetivo de canalizar el debate ciudadano respecto de las elecciones presidenciales y de cámaras legislativas mientras predominaban estados keynesianos. Sin embargo lo que sobrevino con el neoliberalismo y su desdoblamiento en la globalización, ya considerando el final de este cuarto del siglo XXI, explica la crisis del modelo de alternación limitada del poder y el alza de la temperatura en la expresión social que busca alternativas políticas. 

Solo ver lo que sucede con la batalla Trump-Harris(con sucesivos ataques armados al expresidente Trump y donde los ciudadanos se quedan sin opción electoral, lo que promete en cualquier caso tensiones políticas que se extenderán en cualquier nuevo gobierno); el ascenso del partido laborista al gobierno de Reino Unido(casi que en su última oportunidad de redención); lo que sucede en Francia en las recientes elecciones con el ascenso al parlamento por parte del Frente Unido, con la Francia Insumisa como referente, o el contexto que presenta Alemania con el ascenso de Alternativa para Alemania  en el Bundestag, una tendencia que se consolida con los propios resultados en las más recientes elecciones regionales.

La crisis de los frentenacionalismos está relacionada con el cambio de tercio de una época de riqueza abundante para la repartición de la era de la hegemonía a otra definida por las vicisitudes del fin de la misma, que integra la inestabilidad del mundo bursátil y convierte la administración de los estados en el botín esencial, mientras los ciudadanos progresan en su actividad en calles y urnas buscando alternativas defensivas y de recuperación de los derechos perdidos.

Si la invasión de Napoleón a España en 1808, facilitó la independencia de las regiones colonizadas por siglos y desde 1942 en América, la crisis de las metrópolis en la actualidad es un segundo tiempo para el mismo fenómeno.

Mientras los “no alienados”, un extendido grupo de países que gravitaba entre los dos grandes bloques, la URSS y el Occidente capitaneado por EEUU en la segunda mitad del siglo XX, el escenario en los veintes del siglo XXI, es el del declive de la hegemonía occidental sin contrapartidas constituidas, es decir, un BRICS(+) en proceso de consolidación, de esta forma, la tarea esencial de los países es construir acuerdos uno a uno de carácter bilateral, por lo que la diplomacia internacional adquiere un papel fundamental, al igual que la valoración de las potencialidades económicas y el perfilamiento del interés nacional que guíe las mismas.

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