2024/09/17

La información que se gestiona a través de internet cambia en su volumen a razón de cada letra que se escribe en este post, por miles de millones de personas que lo hacen de manera simultánea y segundo a segundo, y representa la conjunción de una acción laboral excepcional en la historia de la humanidad.

Toda esta información, incluyendo la de conversaciones personales se convierten en un producto y soporte del desarrollo de la Inteligencia Artificial.

En el año 2007, se estimaba que existían alrededor de 295 exabytes de información almacenada en ciudades de servidores, en especial en Estados Unidos, que consumen en la actualidad la energía eléctrica equivalente al consumo del 92% de los países del mundo y un guarismo que se multiplica por diez, cada semestre.

¿Pero porque el alto consumo de energía de la Inteligencia Artificial?

La explicación tiene que ver con que “por cada interacción” con la internet los algoritmos tienen que recorrer la totalidad de la información compilada o guardada en servidores, lo que se realiza en fracciones de segundo. Recuerden lo que tarda una búsqueda en Google por ejemplo.

Ahora bien, si el consumo de energía de las tecnologías de la información y la comunicación resulta avasalladora, también lo es el efecto que sobreviene al nivel del control de las sociedades.

Ya desde los años noventas del pasado siglo fue evidente la transformación que sufrieron las modalidades de registros comunicacionales y como la fotografía, la radio difusión, la televisión migraron raudamente de formatos análogos a digitales. La fotografía dejó de ser la imagen impresa en un papel a una miriada de ceros y unos, es decir, información digital. Sucede lo mismo, con la radio difusión que viajaba en a través de ondas y pulsos eléctricos, y que se transformó, de nuevo, en un tren de ceros y unos en su digitalización. La música, pasó de los vinilos al CD, limitado en el número de canciones y luego a la memoria, cada vez con mayor capacidad de contenido de audio e incluso audiovisual. Recordar también, que el uso del papel como forma de coleccionar las notas escritas desapareció conforme se profundizó el uso del procesador, de nuevo la digitalización.

Esto para decir, que la convergencia de las tecnologías de la información y la comunicación de los años noventas, migró de manera generalizada a la digitalización.

De hecho, las imágenes que vemos en internet, o las películas o la música se mueve en trenes cuasi infinitos de ceros y unos. Sin embargo, esta misma facilidad plantea sus propios riesgos para la democracia y la supervivencia humana.

De esta forma, la totalidad de la historia humana realizada en el último cuarto de siglo, y la digitalizada del pasado, entiéndase por ejemplo que en la práctica desaparecieron las bibliotecas donde se guardaba la memoria y el saber a través de textos escritos o impresos en papel, otorga la posibilidad de que sea modificada a la velocidad del funcionamiento de los algoritmos que interactúan a sus anchas con el código binario.

En el pasado se quemaban los libros o se llevaban a las buhardillas secretas de las iglesias.  Hoy es suficiente con correr un algoritmo para “reacomodar” o desaparecer la información o léase la historia humana, acaudalada en el abstracto registro de los 295 exabytes al gusto de quienes manejan o gestionan los servidores, es decir, las muy famosas empresas del Nasdaq o sus equivalentes chinas, que por supuesto subtienden intereses como potencias económicas y políticas.

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