La deslocalización industrial de Occidente que
se cruza con la contención de la tasa bruta de fertilidad debido a las sucesivas
revoluciones tecnológicas, vista desde la revolución industrial, ha fraguado un
coctel que explica la tensión social que cabalga en Europa Occidental y en
Estados Unidos.
La migración de la producción de los países industriales de la segunda mitad del siglo XX, a China esta orientada por la consecución de una mayor tasa de ganancia y la ampliación geoeconómica de mercados, algo que se armonizaba con la caída demográfica en Occidente.
La
expectativa era retener en los países centrales el control del saber y la
recreación de las tecnologías de punta, un cerco que fue saltado a través de
una política de planificación estatal que permitió a China no solo establecer
un mercado dinámico propio si no arrebatar el testigo de los desarrollos tecnológicos
a Occidente.
El efecto ha sido una ostensible erosión de la hegemonía estadounidense, algo que tiene contra las cuerdas a la Reserva Federal, en particular, su función de emisor de la divisa global, el dólar, debido a que el marco geoeconómico de la divisa verde a falta de extenderse se comprime, lo que retrotrae a la realidad económica a los Estados Unidos en cuestión de variables macroeconómicas como los problemas de deuda exterior, déficit comercial e inflación, que tiene que ver con el control al gasto federal, cuasi ilimitado en el pasado, todo lo cual deriva en inconformidad con los gobiernos.
La respuesta a semejante choque sistémico, aunque puesto en el tocador, en la actual campaña presidencial en EEUU es como recuperar el sector productivo y la supremacía tecnológica estadounidense, cuales son las medidas proteccionistas comercial y en términos de migración para lograrlo, por su puesto, la acción de la máquina militar y como utilizar el menguado poder del dólar en esta proyección.
La parte cruda del escenario, es el como se abre paso la xenofobia, el control extremado a la migración, el circulo vicioso de la desigualdad social en progresión y una política exterior más severa en el orden colonial.
Por lo que se ve, la pretensión de la recuperación de la posición internacional de EEUU, a decir, el neo-capitalismo, no pasa por fundar una nueva era de producción basada en el uso de mano de obra y el estímulo de la expansión poblacional de blancos arios estadounidenses o por medio de la migración, como por una anclada en mayores niveles de automatización industrial con soporte en la Inteligencia Artificial.
Ahora bien, intentar relanzar a EEUU en este modelo pasa por el acceso a materias primas baratas, de bienes naturales esenciales y mercados internacionales para las multinacionales de Wall Street, y ya se sabe lo que eso significa.
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