2024/08/06

El día de ayer, según los mismos medios tradicionales, se presentó un crash bursátil en Occidente que borró las ganancias de las empresas en lo que va de 2024, un punto muerto que ya se veía venir por el comportamiento de acciones referenciales del fin de semana pasado, caso de Intel que acumulaba la mayor depreciación en medio siglo.

Hoy, como en los cuentos de hadas, las bolsas se han recuperado de las pérdidas acumuladas por 1 billón de dólares (1 trillón de dólares en inglés) luego de la corrida financiera y navegan en aguas tranquilas con algún grado de crecimiento.

Pero, ¿Cómo sucede esto?

Es particular, los medios tradicionales dedicaron el día de ayer a tratar el tema de las causas del pánico financiero que llevó a liquidar posiciones accionarias en Occidente, esto porque las bolsas en China pasaron por alto lo que sucedía en el parqué de Wall Street y sus pivotes internacionales, enfocándose a temas como el sobre endeudamiento de Estados Unidos, los países de Europa Occidental o Japón, lo que denominaron el fin de la especulación que facilitaba los diferenciales de tasas de interés entre países o la potencial recesión en EEUU, que los mismos analistas descartaban en sus explicaciones.

En general, las causas planteadas en las discusiones, si fueran la base del hecho sísmico, permanecen, por lo que no parece lógico que las bolsas recuperen un funcionamiento relativamente normal.

Ahora bien, hay que recordar que, debido a la madre de las crisis financieras, la de 1929, existen diversos mecanismos para evitar que el incendio en la pradera bursátil lo consuma todo, como el corte forzado de operaciones, a lo que prosigue “un sigiloso rescate”. Lo cierto es que las posiciones aseguradas en monedas, bonos u oro, un refugio común en estas situaciones no se abandona salvo la “confianza” en que una palanca arquimedeana o empresas de gigantes fondos paraestatales no hará lo “suficiente” para apalancar el mercado, volverlo a la vida sustituyendo los capitales en huida, para que eventual y progresivamente retornen.

Esto para controvertir la idea de que los estados no tienen ningún sentido en la perspectiva capitalista cuando son todo lo contrario, sobre todo en momentos de crisis donde el pagador último es el crédito que se entrega a los “mercados” al margen de cualquier discusión en algún Congreso, Cámara o Parlamento, pero que se acuña a nombre del erario público y finalmente de los ciudadanos.

Sin duda, esta crisis no es particularmente comparable a las anteriores, esto porque se presenta en medio de una avanzada dislocación de la economía mundial y de una guerra híbrida y convencional a gran escala entre potencias, un camino pedregoso para emisiones monetarias sin respaldo de eras anteriores.

Monetizar 500 años de reservas del oro negro de Venezuela, quizás habría hecho diferentes las cosas.

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