El cambio climático, relacionado
con la ya superada cota de estabilidad del clima vinculada al Co2 en la
atmósfera, la emisión de otros contaminantes atmosféricos entre ellos productos de la quema de combustibles fósiles, el hacinamiento y la depresión de los
sistemas de saneamiento y salud en las grandes ciudades, como extensión de los
modelos poblacionales urbanos y atados a la crisis económica de grandes franjas
de la población, son el cóctel para el desarrollo y mutación de virus que han
convivido con la humanidad en todos los tiempos, en tamaños incuantificables y
que en el nuevo escenario tienen la potencialidad de colocar en entre dicho la
coevolución que hasta ahora ha caracterizado los virus del reino animal.
El consenso dice que la pregunta no es si este tándem de elementos procurará otra pandemia, si no cuando se presentará.
Como se sabe, la tendencia al incremento de enfermedades zoonóticas, derivadas del salto de virus entre animales, lo que incluye los seres humanos, viene incrementándose como consecuencia de lo ya mencionado.
En esto el abordaje de los países no puede ser lo que se discuta en las redes sociales, si no precisamente en la información que aporten los sistemas de monitoreo de enfermedades de las instituciones públicas y que debe tener cada país.
Por supuesto, de importancia es mantener las sociedades informadas cotidianamente sobre estos temas, lo que debe salir al paso tanto a las teorías de la conspiración, que relegan los riesgos o por otro lado incentivan el temor sobre los mismos.
Sobra reafirmar la importancia de las capacidades de desarrollo de vacunas de carácter nacional, verbigracia si se recuerda lo que sucedió con el COVID, que las grandes farmacéuticas, vinculadas a las potencias económicas, monopolizaron las vacunas al inicio de la pandemia, y luego las vendieron al precio que otorga tener un bien que no tiene ningún otro, y que tiene que ver con la supervivencia de un ser humano debido a la enfermedad.
Como se sabe, el COVID sigue mutando y afectando las personas, aunque ha seguido el ciclo de comportamiento de otras pandemias, que en su pico vimos en Bogotá las incineradoras de cuerpos trabajando 24 horas, la saturación epidémica del acopio de fallecidos, morgues improvisadas en furgones de tractocamiones refrigerados, colapso del sistema de salud, así como en efecto el confinamiento.
Ahora el toque en la puerta está en torno a la viruela del mono o el virus mpox con sus respectivas mutaciones en linajes y cepas, y que colocan en el tapete, como en el caso del COVID, la capacidad de la vacuna existente, la limitada producción de la misma debido a que solo la producen un par de laboratorios, igual localizados en países centrales, mientras estas regiones son las que avanzan en los programas de inmunización y de medidas preventivas para la propagación del virus, en donde como en el pasado es China quien deja ver los más exigentes protocolos.
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