2024/07/16

En el mundo de-sarrollado, ha preexistido, por décadas, un desinterés social por lo público debido a la implementación estatal de políticas de pleno empleo y las relativas a un Estado de Bienestar. Esto mismo explica porque poco ha importado, aunque se conozca, que se instaure un frentenacionalismo en donde dos partidos se reparten el poder cíclicamente, que en el fondo se guian por políticas casi indiferenciadas o, de hecho, pactadas por la puerta de atrás.

Sin embargo, ello está cambiando drásticamente ante la crisis de la hegemonía occidental ligado a que su predominio industrial, tecnológico,financiero y militar a nivel global se está trasladando progresivamente a Oriente, lo que relativiza su poder neocolonial en la periferia del mundo y, en consecuencia, escasean los recursos producidos por la economía en las potencias centrales, quedando solo la alternativa de la impresión de billetes, por su puesto, del riesgo de la inflación y de las altas tasas de interés de la banca central.

Es el sálvese el que pueda que llega a los países antaño desarrollados en Occidente, donde los intereses de las grandes compañías multinacionales y mega empresarios entran en contradicción, los partidos políticos del frentenacionalismo, como extensión, y la activación política de la sociedad se dinamiza, lo que va del movimiento político propiamente democrático a los sectores sociales movilizados de diferentes formas, por parte de los grupos políticos en competencia abierta, ya por el Estado, que deja de ser un escenario de acuerdo entre partidos políticos tradicionales y se convierte en medio para que un grupo político se imponga a otro.

Es la realidad de Estados Unidos, donde las tensiones han llegado a un callejón sin salida y donde la perspectiva entre actores en disputa es a vida o muerte. De hecho, Biden, luego del atentado contra el expresidente Trump de este fin de semana, aunque habla de la necesidad de la unidad nacional, igualmente expresa que lo que está sobre la mesa definirá “el futuro de Estados Unidos y del mundo”.

Como se mencionaba en una columna anterior, Biden terminó por comprometer en su campaña electoral a la misma Otan en su reciente reunión de Washington, en lo que vale detenerse si se piensa en Europa y la guerra que se está presentado en su territorio.  En este sentido, mientras los sectores de élite que están detrás de Biden, promueven una agenda atlantista con la promesa del apoyo militar y financiero a Ucrania, el pragmatismo de Trump impone el pago total de esa guerra a los europeos, en cash y cuando se requiera en vidas humanas.

Todo hace pensar que la oligarquia trumpista reconoce la incapacidad de Europa de involucrarse en una potencial guerra contra China, por lo que Estados Unidos debe asumir los costos directos en todo orden de la misma, de desatarse. Claro está, allí juega la alianza de Estados Unidos con Japón, Corea del Sur o Australia, y donde la espada adversante está representada por la alianza sino rusa y Corea del Norte.

Pero todo está en juego. La reciente elección de la Asamblea Nacional en Francia y del parlamento europeo, en particular, en Alemania, están abriendo una brecha a cualquiera de las expectativas sobre la guerra en Ucrania planeada sea por Biden como por Trump. Si las decisiones de Macron y Scholz sobre el rearme de dichos países y el apoyo militar y financiero a Kiev eran aplaudidos desde los medios mainstream en Occidente, las posiciones de los sectores antiguerra luego de las elecciones colocan un ruido de fondo bien perceptible, que supera la censura de los medios de comunicación y que de no ser escuchado, como lo intentan hacer las élites de los partidos tradicionales en Berlín como en París, bien puede derivar en un escenario de disputa propiamente en las calles.

Como se sabe, la expectativa de Macron era que se consolidara el Frente Nacional en las más recientes elecciones y así en acuerdo con su partido, avanzar en un escenario de confrontación en Ucrania algo que sin ambages rechaza la Francia Insumisa, sector esencial hoy mismo del Frente Popular, coalición que obtuvo la mayor representación en las elecciones de la Asamblea Nacional francesa. El caso de Alemania, también mencionado en otras columnas, lo representa el ascenso de Alternativa para Alemania-AFD, que quedó en segundo lugar en las elecciones del parlamento europeo a nivel nacional, contrario a la guerra en Ucrania, lo que como en Francia debió derivar en elecciones adelantadas al Reichstag y a lo que se opone Scholz, actual canciller de la república, miembro del Partido Social Demócrata Alemán-PSD, finalmente el partido perdedor.

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