2024/07/17

El fin de la hegemonía occidental, donde una coalición de países suficientemente fuertes dictaban el que hacer del orden internacional y donde los pocos países que se resistían al dominio eran fácilmente aplastados por las sanciones comerciales, sin siquiera la necesidad de una batalla militar, ha llegado a su fin con el intento de ahogar a Rusia quien encontró en su sociedad comercial con China, y el temor de esta última de seguir en la lista de objetivos occidentales, la forma con la que avasallar el soft power, se diría, el verdadero poder de los Estados Unidos.

La cascada de eventos subsecuentes no se ha hecho esperar. Rusia a falta de implosionar económica y políticamente debido a las decenas de sanciones internacionales impuestas por el G7 crece en su producto interior bruto 3,6% en 2023, una tasa superior a la mostrada por los potencias occidentales, la Unión Europea 0,5% y 2,4 EEUU en 2023, un fenómeno que se extiende a otras naciones en igual situación de bloqueo comercial dirigido por Washington  como Irán, 5% en 2023 o Venezuela, más de 5,0% en igual año,  una declaración internacional de independencia y la voladura del Swift.

Es decir, se ha pasado de facto de una constelación global dirigida por Washington a un sin número de procesos en cristalización económica y política, donde el hard power, el poder militar estadounidense ha sido exhibido pero que también ha tenido una respuesta por parte de Rusia, Irán y China, y los acuerdos militares extendidos con otras naciones.

Es aquí donde aparecen dos sentencias sobre como asumir la actual situación por parte de EEUU. La de los demócratas de Biden, que presume del escalamiento de la guerra con fundamento en las emisiones de divisas estadounidenses, o la del republicano Trump, que reconoce las limitaciones del poder imperial, y establece alianzas en función de las capacidades militares y económicas reales de los países en cada región.

El expresidente Trump y su fórmula a la vicepresidencia de los republicanos Vance, han establecido que Europa Occidental debe asumir los costos de la guerra en Ucrania, en todo orden, y el día de ayer, el ya confirmado candidato republicano a la presidencia, acotó algo similar para el caso de Taiwán. Es un verdadero terremoto político.

Trump trató de “palestino” al presidente Biden, en el más reciente debate televisivo realizado haciendo alusión a las “restricciones” que la Casa Blanca coloca al uso de las armas suministradas por Washington a Israel, lo que hace pensar que el expresidente tiene claros los intereses estratégicos sobre recursos esenciales como el petróleo y la labor que en este sentido cumple Tel Aviv en Oriente Medio.

Por lo que se ve el sistema de alianzas globales ha sido barajado de facto, eso sí, el papel de la fuerza militar adquiere un papel central y la acción colonizadora se prevé más lacerante.

El magnate que hizo su fortuna con los concursos Miss USA y Miss Universo, Trump, tiene como pivote económico el incremento de los aranceles para los productos que ingresen al mercado estadounidense, una terapia de choque que para los expertos significará un incremento de precios en los productos comercializados en el país y por su puesto de la inflación, con lo que pretende obligar a la reindustrialización de dicha nación, lo que en su defecto puede llevar a un mayor rezago internacional al coloso del norte.

El tema es de tiempos, es decir, cuanto durará este proceso para que pueda permitir convertir a Estados Unidos en una nueva factoría competitiva en el ámbito internacional, mientras potencias como China con su dinámica de alianzas globales estimula el desarrollo económico e industrial entre países aliados. Por demás, que tanto puede aguantar el sector financiero estadounidense, soportado en emisiones de dólares un proceso de desintegración económica de este tipo.  

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