2024/07/23


El capitalismo estadounidense, que cosechó sus mayores éxitos al final del siglo XX y que hizo pensar en el “fin de la historia”, se soporta en el ascensor económico derivado de la alta inversión social en el que resalta la componente de educación que apalanca el desarrollo tecnológico. La gran empresa estatal en este sentido, entrega sus resultados al sector privado que en un escenario de competencia estimula la continuidad del avance industrial atado a resultados financieros viabilizado por los valores de las empresas en bolsa.

Sin embargo, hoy es papable el descarrilamiento de dicho proceso. Son varias las causas. Una de ellas tiene que ver con precisamente interrumpir este circuito y la base de la pirámide que es la inversión social. Una más, la derrota del control estatal a la constitución de monopolios y oligopolios que han frenado la competencia empresarial y en sí mismo, el desarrollo industrial y tecnológico. El gobierno de las grandes empresas a su vez, derivó en el control del Estado por estas, en consecuencia, el monopolio del financiamiento estatal apalancando una economía artificial que gravita en torno a las emisiones de dólares y distante del mundo de la producción.

Las grandes empresas estadounidenses se volvieron adictas al dinero originado en la “flexibilización cuantitativa”, billonarios recursos que a la postre son disueltos en el torrente financiero internacional, amortizados por la devaluación global del dólar y por cada quien que comercializa en dólares en el mundo, quienes absorben las fluctuaciones cambiarias. También optaron por abandonar la producción industrial, que involucra nóminas, desarrollo de infraestructura tecnológica y parques laborales por simplemente convertirse en suministradores de bienes y servicios producidos en China para ser distribuidos en el mundo. Por su parte, el capitalismo estadounidense se dejó tentar por la maximización de ingresos que entregaba un menor valor de la hora laboral en el gigante asiático, un conjunto de factores que significó ceder en la práctica el imperio.

La crisis en torno al dólar americano, por lo visto en las propuestas de demócratas como republicanos abreva en la solución de la guerra exterior como principal alternativa, mientras en el plano local canalizan la insatisfacción social redirigiendo como causa a la migración, elevando a primer lugar la confrontación racial, un fantasma que acompaña los conservadurismos en todas las sociedades y que frecuentemente se estimula en escenarios donde el miedo a la insurrección interior contra las élites y el establecimiento quiere ser evitada a como de lugar, pero que evita precisamente que se reconozca la realidad de las problemáticas y se disponga la marcha consensuada de correctivos, que en este caso seria el reconocimiento de la llegada de la multipolaridad al mundo, un nuevo lugar, en este escenario para los Estados Unidos.

El timón de las fuerzas de la economía ya no reside en Washington es la realidad y de poco vale cegarse los ojos, como si ello fuera a contener procesos en marcha soportados ya a lo largo del siglo en curso.

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