En 1494, en
medio de la era de los “descubrimientos” de América, África, Oriente Medio y
Asia, llevadas a cabo por las dos grandes metrópolis por entonces, España y
Portugal, y luego de trenzarse en constantes batallas en ultramar, decidieron
poner fin al litigio repartiéndose los denominados Mares Clausum Ibéricos, el
conjunto de mares conocidos, hoy los grandes océanos, y las “esferas de influencia” a través del
tratado de Tordesillas, bendecido por las bulas papales del siglo XV y un acuerdo
que incluía, por supuesto, una alianza con la que enfrentar las flotas
marítimas de Inglaterra, Holanda y Francia,
como efecto lanzadas a la ilegalidad.
Por entonces, las mercaderías hurtadas a las regiones conquistadas surcaban con regularidad los océanos del mundo con la legalidad que otorgaba el poder del cañ+on.
Las batallas marítimas continuaron con los llamados “corsarios” que no eran más que las armadas ilegalizadas por el acuerdo de Tordesillas, sin embargo, en 1960, Hugo Grocio, letrado y poeta holandés, escribió el Mare Liberum (la libertad de los Mares), donde defiende la libertad de navegación en alta mar.
Grocio sostenía que “los océanos eran ilimitados como el aire y no pertenecían a ninguna persona o nación particular. Agregaba que el derecho de su uso y disfrute era común, “res communis”.
Hugo Grocio buscaba otorgar legitimidad a la actividad a las emergentes potencias comerciales al margen del Tratado de Tordesillas, en medio del incremento de las capacidades militares de los Países Bajos, Inglaterra o Francia , y que terminó abriendo paso a la definición actual de Mar Internacional o Aguas Internacionales, donde hay libertad de navegación.
Ahora bien, la libertad de navegación adquiere hoy mayor importancia en el interregno de la multipolaridad. Esto debido a la elusión de las medidas de bloqueo comercial que EEUU ha intentado imponer a Rusia e Irán a través de la Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales-(en inglés SWIFT), las casas de seguros vinculadas al transporte marítimo internacional y el monopolio que occidente posee de grandes navieras para el transporte de mercancías, todos pilares de la hegemonía occidental que han sido franqueados por los BRICS por medio de la consolidación de una flotilla comercial de transporte marítimo al margen de Occidente, reaseguros de mercancías y transacciones de pagos en monedas diferentes del dólar.
Y no es solo EEUU. La batalla geopolítica incluye las restricciones a la navegación de naves occidentales a través del Mar Rojo conocido el bloqueo que realiza el Movimiento Ansarolá de Yemen, como consecuencia del uso del canal de Suez, como forma de demandar el fin del genocidio contra la nación palestina que lleva a cabo Israel.
De hecho, Estados Unidos e Irán también se han incautado cargamentos en zonas marítimas, mientras se ha vuelto común la militarización y los ejercicios de las navales tanto de la alianza occidental, que gira en torno a Washington como oriental, que gravita alrededor de Beijing.
Por su parte, el no reconocimiento de las esferas de influencia entre EEUU y Rusia, la primera al margen del entorno de la antaño Cortina de Hierro, rota con el avance de la Otan en Europa Oriental, está desdoblando frentes de confrontación insospechados.
El más reciente evento tiene que ver con el cómo la armada rusa surcó el mundo para llegar desde Europa hasta el Mar Caribe, “el patio trasero de Washington”, con la fragata Admiral Gorshkov y el submarino Kazán, con potencial nuclear, que representa el alfil que sobrevino del fondo del tablero de Ucrania como jaque al rey. Y puede que no sea solo un aviso.
Vale anotar, que, entre los acuerdos recientemente firmados entre Cuba y Rusia, se incluye el arriendo hasta por 30 años de tierras en la nación del caribe por parte del país eslavo.
Lo cierto es que a ninguno de los actores en Occidente u Oriente interesa un colapso total del sistema económico internacional, sin embargo, el umbral a que tal pesadilla pueda ser posible parece superarse en medio de la “neblina de la guerra”, en la que se navega con el dedo puesto en el gatillo nuclear.
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