2024/06/21

El libertario Javier Milei tiene como uno de sus ideales principales la lucha contra el “comunismo”, el que no se practica en ningún país del mundo, y más recientemente ha cargado contra el keynesianismo.

Milei en sus discursos con frecuencia contrasta a Keynes con Friedrich Hayek, y asimila su teoría, que sustenta la necesidad del desarrollo de una economía mixta, es decir, con el Estado como regulador de la economía, o de otra forma, la iniciativa privada que debe ser regulada por el sector público, con el “colectivismo”, un concepto ciertamente del argot comunista que en cualquier caso es ajeno a Keynes, y con el empobrecimiento generalizado de las sociedades.

Keynes planteaba que la economía de libre mercado, es decir, sin regulación, esta asociada a la acumulación de capital y no a la progresión de la generación de empleo, lo que más bien se considera excepcional,  y que las fuerzas de oferta y demanda en un mercado no regulado tampoco tienden al equilibrio, un escenario solo posible mediante una “competencia perfecta”, donde no existiesen monopolios u oligopolios, que por motivo de procesos de acumulación primitiva de capital resulta excepcional, entre otros factores, cuestionando las teorías económicas de Smith, Say o Ricardo.

De hecho, en una conferencia de Milei llevada a cabo en el año 2018, en la Universidad Francisco Marroquín domiciliada en Guatemala, sobre su libro “Desenmascarando la mentira keynesiana” sostenía que “lo escrito por Keynes-al respecto de la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero- es un libro dedicado a políticos ladrones, corruptos y mesiánicos; y creó las bases para justificar el robo”. Sigue siendo lo que repite incansablemente en sus discursos hasta el presente.

Ahora bien. La economía mundial, es decir, el mundo como hoy lo conocemos en su trasiego por el siglo XX, la bipolaridad y la unipolaridad, las potencias protagonistas EEUU y la URSS, está delineado de alguna forma por las teorías keynesianas. Al final dos modelos de capitalismo; uno empresarial y otro de Estado, que guiaron las economías de cada país que existe en el planeta.

Keynes se ganó su reputación al prever la ocurrencia de la Segunda Guerra Mundial por razones económicas, como en general, es el origen de las conflagraciones internacionales o locales, estableciendo que el Tratado de Versalles, impuesto a la Alemania derrotada en la Primera Guerra, y en particular la imposición de reparaciones excepcionales, convertía a Alemania en una colonia de las potencias victoriosas sometida al impago de acreencias internacionales, lo que tiene que ver con la misma crisis financiera de 1929 (deudas impagables con paralelismo en la crisis de las subprime de 2007)-, y por ello mismo, con la decisión de sus élites a la reorganización para enfrentar una futura guerra de carácter existencial, tesis de su libro The Economic Consequences of the Peace de 1919, una advertencia que no fue tenida en cuenta por la comisión de negociadores de la gran guerra y de la que el mismo Keynes por voluntad propia se apartó.

El Tratado de Versalles formula en uno de sus ítems que “Alemania entregará inmediatamente (a) toda su marina mercante, (b) toda su moneda de oro y plata y lingotes de oro y plata en el Reichsbank y en todos los demás bancos; (c) toda la propiedad extranjera de sus nacionales situados fuera de Alemania, incluyendo todos los valores extranjeros, propiedades extranjeras y negocios y concesiones”.

Tampoco puede olvidarse, que Keynes sustentaba que precisamente la deuda de los estados europeos, estaba estrechamente vinculada a la causa precisamente de la Primera Guerra Mundial fundada en la progresión de impuestos aduaneros entre países y luego la desaceleración económica internacional, lo que valdría para pensar precisamente en lo que está sucediendo hoy con la guerra comercial desatada por Occidente contra China, por ejemplo.

Sin duda las visiones de la extrema derecha se levantan precisamente en el reseteo de las sociedades y sucede en la era de la hiperconexión, claro está.

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