El libertario Javier Milei tiene como uno de sus ideales
principales la lucha contra el “comunismo”, el que no se practica en ningún
país del mundo, y más recientemente ha cargado contra el keynesianismo.
Milei en sus discursos con frecuencia contrasta a Keynes
con Friedrich Hayek, y asimila su teoría, que sustenta la necesidad del
desarrollo de una economía mixta, es decir, con el Estado como regulador de la
economía, o de otra forma, la iniciativa privada que debe ser regulada por el
sector público, con el “colectivismo”, un concepto ciertamente del argot
comunista que en cualquier caso es ajeno a Keynes, y con el empobrecimiento
generalizado de las sociedades.
Keynes planteaba que la economía de libre mercado, es
decir, sin regulación, esta asociada a la acumulación de capital y no a la progresión
de la generación de empleo, lo que más bien se considera excepcional, y que las fuerzas de oferta y demanda en un
mercado no regulado tampoco tienden al equilibrio, un escenario solo posible
mediante una “competencia perfecta”, donde no existiesen monopolios u
oligopolios, que por motivo de procesos de acumulación primitiva de capital
resulta excepcional, entre otros factores, cuestionando las teorías económicas
de Smith, Say o Ricardo.
De hecho, en una conferencia de Milei llevada a cabo
en el año 2018, en la Universidad Francisco Marroquín domiciliada en Guatemala,
sobre su libro “Desenmascarando la mentira keynesiana” sostenía que “lo escrito por Keynes-al respecto de la Teoría general de la ocupación, el
interés y el dinero- es un libro dedicado a políticos ladrones,
corruptos y mesiánicos; y creó las bases para justificar el robo”. Sigue siendo lo que repite incansablemente
en sus discursos hasta el presente.
Ahora bien. La economía mundial, es decir, el mundo como
hoy lo conocemos en su trasiego por el siglo XX, la bipolaridad y la
unipolaridad, las potencias protagonistas EEUU y la URSS, está delineado de
alguna forma por las teorías keynesianas. Al final dos modelos de capitalismo; uno
empresarial y otro de Estado, que guiaron las economías de cada país que existe
en el planeta.
Keynes se ganó su reputación al prever la ocurrencia
de la Segunda Guerra Mundial por razones económicas, como en general, es el origen
de las conflagraciones internacionales o locales, estableciendo que el Tratado
de Versalles, impuesto a la Alemania derrotada en la Primera Guerra, y en
particular la imposición de reparaciones excepcionales, convertía a Alemania en
una colonia de las potencias victoriosas sometida al impago de acreencias
internacionales, lo que tiene que ver con la misma crisis financiera de 1929 (deudas
impagables con paralelismo en la crisis de las subprime de 2007)-, y por ello
mismo, con la decisión de sus élites a la reorganización para enfrentar una
futura guerra de carácter existencial, tesis de su libro The Economic Consequences of the Peace de 1919, una advertencia que no fue tenida en
cuenta por la comisión de negociadores de la gran guerra y de la que el mismo
Keynes por voluntad propia se apartó.
El Tratado de Versalles formula en uno de sus ítems que
“Alemania entregará inmediatamente (a) toda su marina mercante, (b) toda su
moneda de oro y plata y lingotes de oro y plata en el Reichsbank y en todos los
demás bancos; (c) toda la propiedad extranjera de sus nacionales situados fuera
de Alemania, incluyendo todos los valores extranjeros, propiedades extranjeras
y negocios y concesiones”.
Tampoco
puede olvidarse, que Keynes sustentaba que precisamente la deuda de los estados
europeos, estaba estrechamente vinculada a la causa precisamente de la Primera Guerra
Mundial fundada en la progresión de impuestos aduaneros entre países y luego la
desaceleración económica internacional, lo que valdría para pensar precisamente
en lo que está sucediendo hoy con la guerra comercial desatada por Occidente
contra China, por ejemplo.
Sin
duda las visiones de la extrema derecha se levantan precisamente en el reseteo
de las sociedades y sucede en la era de la hiperconexión, claro está.