No
existe al parecer lugar en el mundo, donde no se sienta estrés en los medios
tradicionales de comunicación, claro, lo que repercute en la mentalidad de las
sociedades, también tensadas por las cadenas de información.
La crispación persiste en EEUU, aún con un bipartidismo garantizado en el poder, si se piensa en las próximas elecciones de noviembre, la situación de Europa, con el llamado a las urnas de junio, con el parlamento europeo, o las elecciones adelantadas que acaba de llamar el primer ministro Sunak, en Reino Unido.
Ya es común el titular de "serán unas elecciones históricas".
¿Pero de dónde se origina está tendencia?
En general, la tensión política en el mundo se presenta como consecuencia de la incertidumbre que acompaña fenómenos relacionados con un cambio importante en la economía, doméstica e internacional, y este es realmente el asunto.
No hay una definición sobre el curso que tomarán las élites occidentales en medio de la realidad de la cristalización de un nuevo escenario económico pos hegemónico Occidental, mientras hace crisis la legitimidad del bipartidismo, y aparecen nuevas tendencias en los extremos del espectro político tradicional, soportados en el cuestionamiento del cambio climático(los denominados negacionistas), las medidas asociadas a la mitigación de las emisiones de CO2, el feminismo, el aborto, los migrantes, la discusión sobre la perspectiva de la educación pública o las políticas de control del uso de productos químicos para la producción de alimentos y la protección del agua dulce, entre otros, pero que tiene como objetivo que los electores no dispongan los ojos en la crisis sistémica y hegemónica occidental, que está verdaderamente en el centro del problema de la insatisfacción social en el “primer mundo” y que tiene que ver con la inflación, el progreso de la informalidad laboral o la realidad de la desindustrialización y la pérdida de competitividad en el orden tecnológico.
En síntesis, el debate sobre la guerra o la paz económica negociada entre Occidente y Oriente es privativo de las élites, mientras es un tema que se vela desviando la atención pública hacia otros aspectos en periferia de la geopolítica, cuando de elecciones se trata.
En particular los potentados estadounidenses representados por las grandes firmas de Wall Street, que subsumen el horizonte político nuevo y viejo del país, apuestan por diluir un fenómeno que ya lleva décadas de proceso, disponiendo sobre la mesa todas las herramientas a su alcance, lo que incluye la fuerza militar y la actividad encubierta a gran escala, con todos los riesgos que ello implica, donde una Europa, desde 1945 a la sombra de Washington, navega en las mismas aguas turbulentas.
Ahora bien. La sociedad comienza a superar el adormilamiento auspiciado por los medios tradicionales de comunicación y los modernos, representados por las redes sociales, tomando cartas respecto del genocidio que se impone al pueblo palestino, y lo que debe progresar a reclamos de orden sistémico, la paz geoeconómica y el natural relevo Internacional en términos de competencia, como una transición entre el capitalismo en términos de eficiencia de producción, comercio, precios, así como la perspectiva de la migración a una economía descarbonizada, sujeta a la realidad de la escasez de recursos naturales y el decrecimiento económico.
El horizonte de la gran transformación que se dispone sobre la mesa, la supervivencia humana en medio de una crisis multisistémica, económica y ambiental, el tránsito del capitalismo al decrecimiento, no riñe, por el contrario, cimenta el desarrollo de la democracia, soportado en la progresión de los derechos ciudadanos, la re-constitución de Estados agenciados por el interés de la familia humana global, con garantía al trabajo para tod@s, jornadas de descanso, ocio y libertad.
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