La
crisis del bipartidismo en Europa, es decir, la mecánica en la que solo dos
partidos que se asimilan en sus propósitos a uno solo, se turnan en el poder, que
sobreviene a la Segunda Guerra Mundial, abre un escenario, en general, un par
de décadas atrás, donde la emergencia de otros partidos en los extremos del espectro
de la política, vuelven una bruma las elecciones a celebrarse entre el 6 y el 9
de junio del parlamento europeo y donde hay 400 millones de personas llamadas
a las urnas.
Ahora la batalla es de adjetivos, si se es más o menos proeuropeo, euro escéptico o de ultraderecha, por ejemplo.
¿La pregunta es, que es lo que hace que un ciudadano del Viejo Continente sea más o menos europeo?
Una pregunta que tendría al menos como una de sus aristas en su respuesta, el que tanta soberanía proponen los partidos respecto a la incidencia de los Estados Unidos en Europa, un paraguas que sobreviene a la posguerra de 1945, pero que se pone en emergencia ante los desafíos diferenciados respecto del abordaje de la guerra en Ucrania, reconociendo que no es lo mismo tener una conflagración militar en las fronteras que a la distancia intercontinental, o sobre los efectos de la ruptura comercial con una región de frontera terrestre, dicho de otra forma, con Rusia, donde la naturaleza de la proximidad geográfica resulta determinante para los intercambios y la competitividad de los precios de bienes y servicios implícitos.
Para asombro, es un aspecto omitido.
La manzana del pastel para los electores son temas, como el estatus de los migrantes, el derecho al aborto, la educación secular, el feminismo, el Pacto Verde o la transición energética, a lo que hay que agregar que fue la paz en Europa, lo que permitió por cerca de 80 años logros sociales y políticos indiscutibles en el Viejo Continente, que no podrán llevarse a cabo en medio de la conflagración militar, donde el orden de los presupuestos se inclina ahora mismo a la compra de armas, la creación y consolidación de ejércitos o los aportes a la Otan.
Otro aspecto de la discusión pública también omitido en el contexto electoral, pero igual de vital para los europeos, tiene que ver con como se desarrollaran las relaciones comerciales entre Europa y China, conociendo que el gigante asiático es la factoría del mundo y la potencia económica y tecnológica en ascenso, pero que son las multinacionales estadounidenses quienes prefieren comercializar como intermediarios los productos fabricados en China, lo que no solo conlleva sobrecostos, si no que imposibilita una relación directa sino europea, donde sean los intereses comunes de Bruselas y Beijing quienes dicten los intercambios políticos y económicos.
Por lo que se ve el ruido en torno al ascenso de partidos al margen del bipartidismo europeo como Vox, Frente Nacional, Alternativa para Alemania, Hermanos de Italia... son la fórmula para velar las discusiones estructurales en el futuro de Europa.
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