2024/05/30

Las sociedades aprenden y desaprenden. Es decir, los conocimientos que se dan por sentados en un momento de la historia de la humanidad, por diversas razones, son sustituidos por otros por alucinantes que sean.

Por ejemplo la teoría heliocéntrica, es decir, aquella que sostiene que los planetas de nuestro sistema giran alrededor del sol, era sostenida por el griego Aristasco de Samos en el siglo III antes de cristo, y se estima que sus trabajos desaparecieron en uno de tantos incendios a los que se vio sometida la biblioteca de Alejandría, uno de ellos en el 48 antes de cristo, en medio de la Segunda Guerra Civil de la República Romana, y lo que no logró evaporar la quema de los papiros, lo hizo la inquisición de la época capitaneada por Cleantes, que afirmaba la necesidad de procesar a Aristarco como impío por “poner en movimiento al Hogar del universo”, la tierra.

Como consecuencia predominó por siglos la teoría geocéntrica sostenida por Platón, Aristóteles y Claudio Ptolomeo, lo que en principio no afectaba la guía de los navíos en alta mar de acuerdo a la posición de las estrellas, las sucesivas guerras o el predominio de x o y religión, desde las deidades helenas, romanas, las diversas formas de mitología o politeísmo.

Ahora bien, la adopción del geoecentrismo como soporte ideológico tecnológico del cristianismo, y sobre el que se cimentó la dominación política y social en el proceso de cristalización de los estados modernos europeos, que sobreviene al fin del imperio romano, y con lo que se justificó el “halito civilizador”, la guerra en suelo continental del Viejo Continente así como la conquista a sangre y fuego de África, Oriente Medio, Asia y América, tuvo su propia crisis con la reaparición de la teoría heliocéntrica con Nicolás Copérnico a mediados del siglo XVI, declarada por la Iglesia como herejía, que llevó a uno de sus defensores, Giordano Bruno, a ser quemado vivo y a la persecución y encarcelamiento hasta sus últimos días a Galileo Galilei.

Esto para decir, que la humanidad está expuesta a frecuentes periodos de oscurantismo y que la concentración del conocimiento entraña riesgo de que ello se repita, o de otro lado, el establecimiento de medios únicos de dictado de “la verdad”, la homogeneidad del pensamiento y derogación de la diversidad del saber, y estos son elementos que sobrevienen a las características de la Inteligencia Artificial.

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