Las sociedades aprenden y desaprenden. Es decir, los
conocimientos que se dan por sentados en un momento de la historia de la
humanidad, por diversas razones, son sustituidos por otros por alucinantes que
sean.
Por ejemplo la teoría heliocéntrica, es decir, aquella
que sostiene que los planetas de nuestro sistema giran alrededor del sol, era
sostenida por el griego Aristasco de Samos en el siglo III antes de cristo, y
se estima que sus trabajos desaparecieron en uno de tantos incendios a los que se vio
sometida la biblioteca de Alejandría, uno de ellos en el 48 antes de cristo, en
medio de la Segunda Guerra Civil de la República Romana, y lo que no logró
evaporar la quema de los papiros, lo hizo la inquisición de la época
capitaneada por Cleantes, que afirmaba la necesidad de procesar a Aristarco como
impío por “poner en movimiento al Hogar del universo”, la tierra.
Como consecuencia predominó por siglos la teoría
geocéntrica sostenida por Platón, Aristóteles y Claudio Ptolomeo, lo que en principio
no afectaba la guía de los navíos en alta mar de acuerdo a la posición de las
estrellas, las sucesivas guerras o el predominio de x o y religión, desde las
deidades helenas, romanas, las diversas formas de mitología o politeísmo.
Ahora bien, la adopción del geoecentrismo como soporte
ideológico tecnológico del cristianismo, y sobre el que se cimentó la
dominación política y social en el proceso de cristalización de los estados
modernos europeos, que sobreviene al fin del imperio romano, y con lo que se
justificó el “halito civilizador”, la guerra en suelo continental del Viejo Continente
así como la conquista a sangre y fuego de África, Oriente Medio, Asia y
América, tuvo su propia crisis con la reaparición de la teoría heliocéntrica
con Nicolás Copérnico a mediados del siglo XVI, declarada por la Iglesia como
herejía, que llevó a uno de sus defensores, Giordano Bruno, a ser quemado vivo
y a la persecución y encarcelamiento hasta sus últimos días a Galileo Galilei.
Esto para decir, que la humanidad está expuesta a frecuentes
periodos de oscurantismo y que la concentración del conocimiento entraña riesgo
de que ello se repita, o de otro lado, el establecimiento de medios únicos de
dictado de “la verdad”, la homogeneidad del pensamiento y derogación de la
diversidad del saber, y estos son elementos que sobrevienen a las características
de la Inteligencia Artificial.
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