En el 4000 antes de cristo el petróleo crudo
brotaba como un manantial negro a la superficie en la región de Asiria y
Babilonia, y se usaba para pegar ladrillos tallados en piedra, sellar empalmes
de madera en embarcaciones y como base del arte en la pintura, mientras las
culturas chinas aprendieron a incinerarlo y usarlo como combustible.
Usar el petróleo crudo para, a su vez, coccionar
petróleo y obtener derivados, tiene antecedente en el siglo IX por parte del
persa Al-Razi, quién desarrolló un alambique con el que se obtuvo queroseno y
otros destilados para usos médicos y militares, y que los árabes llevaron a Europa
en su expansión imperial, especialmente durante el Califato de Córdoba, en el
929 después de cristo.
Ya en el siglo XIX, con el perfeccionamiento
del proceso de refinado, diferentes tipos de aceite comenzaron a usarse de
manera más amplia en el alumbrado público, entrando en competencia con el
aceite de ballena, y con el desarrollo del motor de combustión interna en
Europa, en el mismo siglo, se da apertura a una era energética que aún perdura,
que sustituyó la tracción humana y animal, para la carga y traslado de todo
tipo de bienes en distancias inconmensurables.
Las semanas del traslado de una persona a pie,
tirado por un carruaje de tracción humana o, a lomo de mula, de un lugar
geográfico a otro, terminó convertido en horas, y es lo que permite hoy que no
exista prácticamente límites respecto de la distancia a trasegar en el comercio
de materias primas y la movilidad de las personas.
Decenas de millones de vehículos operan diariamente
en el mundo, miles de aviones y cientos de trenes hacen el milagro del abastecimiento
y transporte de personas en el planeta, que consumen también, diariamente, cerca
de 102 millones de barriles de petróleo crudo, y explica los altos costos de un
recurso que escasea, porque se depende en gran medida, de pozos con décadas de
operación no encontrándose hallazgos de consideración desde finales del último
tercio del pasado siglo, al punto que la extracción de crudo ha migrado obligatoriamente
a la explotación de petróleo no convencional originado en el fracking.
Este mismo fenómeno es el que ha acelerado el
uso de los agrocombustibles y, más recientemente, de la energía eléctrica, y
locuras como el hidrógeno, tan inviable en el mediano plazo como el fracking.
Pero el consumo de petróleo no solo está asociado a la movilidad como se ha reseñado, si no a la misma generación de energía eléctrica,
en el caso de térmicas basadas en el uso de fuel oil u otros derivados del
crudo.
Nada de que alegrarse si se piensa en el cambio
climático, pero es la realidad, y subyace al intento de recuperación del
control de Oriente Medio por parte de Occidente.
Estados Unidos sustituyó a comienzos del
presente siglo, el petróleo importado desde Oriente Medio mediante la
explotación de petróleo no convencional en su propio suelo y en Canadá
especialmente, pero algo insostenible por los altos costos económicos que
involucra, si se compara con la explotación de petróleo convencional de regiones
y países importantes, como Oriente Medio, Rusia o Venezuela. Ni que hablar de
los ambientales.
El abandono de Estados Unidos del comercio de crudo con los países del golfo, permitió a China sustituirlo, al igual que en el caso de la producción industrial global.
Una negociación de dos estados, uno palestino y
otro judío, no entra en las claves Occidentales que los dejaría debilitados en
su perspectiva de dominación regional, algo que de manera similar sucede con el
caso de Ucrania.