En general el estudio de las guerras y la
conflictividad armada en el mundo, versa sobre el poder de los ejércitos, la característica
de los grupos en confrontación, el tiempo de duración, aspectos geográficos,
entre muchos otros, pero poco sobre el contexto global en el que se presentan
los mismos, y ello cobra importancia determinante en el momento actual.
Los contextos globales como la bipolaridad,
unipolaridad o tránsito a la multipolaridad, cobran toda relevancia, y hablan de
la contención o del mayor o menor riesgo que existe en la confrontación directa
entre potencias. Por su parte, y de manera transversal, explicita el estado de
la Organización de Naciones Unidas, en particular, si traduce un escenario para
la resolución pacífica de intereses o si, estando agotado, ya los
choques son abiertos y al margen de dicho escenario.
Dicho esto, y reconociendo que estamos en un
periodo de transito hacia la multipolaridad, un agotamiento de las capacidades
transaccionales en el torno de la Organización de Naciones, y la aparición de
guerras proxi, entre potencias, vale detenerse ahora mismo, en la situación de Ucrania,
esto porque, estableciendo los efectos del resultado de dicha confrontación hace
pensar en como se proyectará este y otros conflictos armados concomitantes, o
que pertenecen al arco de las guerras de proximidad entre potencias.
De hecho la discusión sobre Ucrania, en un
potencial futuro, ya no será el estatus
de neutralidad, lo que incluye el que no podrá hacer parte de la Organización
del Tratado del Atlántico Norte-Otan, o el reconocimiento de las regiones
anexionadas por Moscú, como por la causa real del problema, que fue
evitar que las relaciones comerciales entre Rusia y Europa Occidental se consolidaran,
a través del comercio de gas por los gasoductos Nord Stream, que hacían parte de la constelación de otros gasoductos y
oleductos, y la provisión de otra diversidad de materias primas con origen en
el país eslavo.
De hecho, lo que sucedió con la voladura de los
gasoductos en el Báltico, es la evidencia del casus belli, que fue precisamente
romper estos vínculos y trasladarlos al comercio de gas de esquisto
estadounidense, y de otro lado, a efecto de los altos costos de la energía en
Europa, como efecto colateral, provocar la desindustrialización de Europa, un
proceso de recolonización estadounidense, y que ha puesto en marcha maniobras de
sobrevivencia a los empresarios del Viejo Continente, mediante el traslado de factorías
europeas a China, u otros países con los que se intenta estructurar una nueva
cadena logística, de facto, bicéfala, que se mueve tanto en el horizonte de la
perspectiva comercial de EEUU como de los BRICS 10.
Es previsible que una negociación de la guerra
en Ucrania pase por China, como país garante de los acuerdos, del lado ruso,
pero ello implicará el salto sobre la mesa del asunto relativo a la demanda de
la libertad comercial que debe tener tanto Rusia como China, en los asuntos de
negocios en Europa.
Pero, llegado hasta aquí, es evidente que EEUU hará
reiterará la repulsa ya presentada y evolucionada a las armas, debido al papel
que juega Europa en el apalancamiento del dólar, conocido que el euro es una
moneda subsidiaria a este, por lo que en la práctica puede entenderse que la
economía europea, está realmente monetizada en dólares, en consecuencia, que
ello tendría serios efectos en el lugar que hoy ocupa la moneda emitida por Washington
a escala global.
El Senador de EEUU y líder de la mayoría demócrata
Chuck Schumer, reconoce esta semana que, si no se aprueba el financiamiento
militar a la guerra en Ucrania, en discusión ahora mismo en el Congreso, lo que
puede suceder a futuro es que directamente tropas estadounidenses tengan que
ser desplegadas en Europa, se diría, en la defensa de sus intereses estratégicos
económicos y políticos.
Esto hace pensar que la guerra en Ucrania,
continuará prolongándose, aunque lo nuevo es que Biden ha cosechado las
presiones que en su momento hizo Trump a Europa, en el sentido de que tendrían
que asumir los costos de la guerra en los entornos de Kiev, por la vía de un
mayor incremento de la financiación de la Organización del Tratado del
Atlántico Norte-Otan, que ya ha sucedido con la reciente aprobación de cerca de
50 mil millones de euros para este oficio por parte de Bruselas, e incluye que la zona euro realice el tránsito
a una economía propiamente de guerra, considerando la aportación al desarrollo
de una industria bélica, que capture parte de estos recursos, los que serán
compartidos con la propia de los Estados Unidos.
Parece un nudo gordiano, sin embargo, no es muy
diferente al que se presentó al final de la Segunda Guerra Mundial, donde las
espadas entre los aliados Occidentales y la URSS, estaban visiblemente
levantadas. La solución fue salomónica y tuvo que ver el establecimiento de esferas
de influencia y la división de Alemania.
Hoy lo puede ser, seguramente cuando pase
bastante agua bajo el puente, el que se establezca la compartición equilibrada
del comercio y los negocios entre EEUU y los BRICS 10, con Europa.
Claro, si se sobrevive a la tentación de una
guerra total…y ya se sabe, lo que eso significa.
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