La hegemonía puede entenderse
como una serie de prácticas de control imperial voluntariamente aceptadas por las
demás potencias y países, y tiene que ver con etapas coloniales donde la
metrópoli se impone no solo a través de la fuerza, si no, por sobre todo,
por las derivas de lo que otorga a las regiones conquistadas, es decir, algún
tipo de desarrollo o beneficio, como la construcción de infraestructuras, la integración
cultural, avances técnicos, la dinamización de la economía y el comercio.
Ahora bien, este pilar de la gobernanza
imperial traduce instrumentos esenciales de control, y en progresión de la era
Bretton Woods de 1945 a 1980, la liberalización de 1980 a 2008 y finalmente el
estancamiento de la globalización, 2008 a 2021, si adoptamos la discriminación
realizada por Mr. Shekhar y otros, en Geo-Economic
Fragmentation and the Future of Multilateralism(2023). De hecho, un instrumento
esencial de dominio lo representa el que se adopte como moneda del comercio
internacional, por la totalidad de países del mundo, el uso del dólar, algo que
se corona con la administración de los intercambios internacionales validados
online por Washington, a través del Swift.
Como se menciona, no fue ni mucho
menos corto, ni poco traumático, debido al interludio de las guerras, pensar en
el periodo 1945 a 2021, que se estableció el dólar como referente del comercio
global.
Por su parte, una palanca
inestimable en el proceso de penetración del dólar como moneda de referencia internacional,
lo representó la constitución del Fondo Monetario y el Banco Mundial, entidades
que nacieron culminada la Segunda Guerra Mundial, y con el fin de conjurar los
abismos propios a los que tendía a llegar el capitalismo, debido a fenómenos
relacionados con la crisis de tasa de ganancia y de sobre producción, y finalmente
el temor al precipicio de debacles financieras al tenor de la sucedida en 1930,
que hizo pensar en la inviabilidad del capitalismo como base del desarrollo
económico en Occidente, que derivó finalmente en la causa tanto de la primera
como la segunda guerra mundial, es decir, de las inembargables extensiones
geoeconómicas para su sustentación, y de otro lado, de la proyección del modelo
socialista como alternativa, por ello mismo, que colocara en el centro los
derechos ciudadanos, desplazando los intereses eminentemente corporativos.
Queda pues una discusión
pendiente, sobre lo que fuera el capitalismo de Estado de la URSS, las causas
de su disolución, algo que ya se ha avanzado en otras columnas, versus el
capitalismo corporativo de Occidente.
Ahora, considerando la emergencia
de la multipolaridad patente en los último años, uno de los errores fatídicos
de Estados Unidos, que acelera la crisis de la hegemonía, y que pasa por alto
la voluntariedad del uso de la moneda impresa por Washington por otras
potencias, lo representa bloquear el acceso al Swift a países adversantes,
puesto que ello ha animado el comercio en otras monedas al margen del dólar en
el mundo, algo que en el caso del renminbi, no hace más que impulsar la progresión
del poder de Beijing y de otras monedas de potencias intermedias.
La fractura de la hegemonía
estadounidense, ha logrado fraguar el bloque BRICS 10, y estremece el futuro
económico de Occidente, que tiene expresión realista en el curso del arco de la
guerra y de las enriquecidas tensiones políticas, lo que aviva los temores a
que una escalada culmine en una Tercera Guerra Mundial, aunque para algunos
expertos, la pregunta, en el momento, no es cuando iniciará la Tercera Guerra,
si no, hasta donde llegará, partiendo de reconocer que ya está en marcha,
y que no es la conflictividad armada la que determina la existencia de la
misma, algo que apenas fluctúa en el tiempo, si no, por sobre todo, cuando a
este teatro se superpone la realidad de una confrontación de bloques
económicos, donde el encabezado por EEUU, no reconoce ni pacta con los demás en
emergencia, una escena propia de las guerras totales, evidente en la bruma del año 1914 y 1939.
Pocos proyectaron que la guerra
sino japonesa de 1937, culminara en el ataque a Pearl Harbor en 1941, o que la expansión
militar y geoeconómica de la Alemania
del Tercer Reich, sobre Polonia en 1939, terminara en una invasión de París, aunque
las élites de las grandes potencias, tenían bien claro, lo que estaba por
suceder.