La Conferencia
de Seguridad de Munich, del año 2007, ya en medio de la turbulencia que derivó
en la crisis financiera mundial, contó con la presencia del presidente de
Rusia, Vladimir Putin, quien en su discurso, definido ciertamente como profético,
hizo hincapié sobre los peligros que representaba la expansión de la Otan en la
dirección de las fronteras rusas, algo que por entonces no tuvo relevancia en
las élites y gobernantes europeos y en Washington, debido a la percepción Occidental,
sobre la debilidad de las capacidades militares y económicas que poseía Moscú.
Como se sabe, la
crisis financiera de 2007, considerada la más severa desde 1930, derivó en una
pérdida de dos trillones de dólares en el mercado mundial, y una crisis de la
deuda soberana y de la banca a nivel global, con efectos en la actualidad,
evidenciando la llegada de una nueva frontera geoeconómica a la monetarización
del dólar estadounidense.
Quizás ello
explique por qué, en el año 2008, el presidente George W. Bush de Estados
Unidos, invitó formalmente a Ucrania a ingresar a la Organización del Tratado
del Atlántico Norte-Otan, afirmando que Moscú no determina la actividad de la
organización Atlantista, ni de Ucrania, descontando los reclamos del país
eslavo.
En 2014, se
presentó el Maidan, que fue una movilización social a fin a Occidente, en medio
de las discusiones domésticas sobre cómo se realizaría un acuerdo entre
Kiev y Bruselas, considerando el comercio que existía con Rusia, respecto del ingreso
de Ucrania a la Unión Europea, que terminó en choques violentos, la muerte de
60 personas y el procesamiento por la Rada Suprema de Ucrania, del presidente constitucional
Viktor Yanukovich. De esta forma, la Corte declaró “el abandono de sus
funciones” y a la postre el llamamiento a nuevas elecciones. Moscú demando lo
sucedido como un golpe de Estado y hoy, una década después, todos sabemos en
que terminó esto.
La reunión de Munich en desarrollo, se da en el contexto de las discusiones en los medios,
sobre el rearme europeo y la constitución de fuerzas nucleares disuasorias
propias al margen de la Organización del Tratado del Atlántico Norte-Otan, a la
sombra del poder atómico de Paris, luego de las declaraciones del candidato republicano Donald Trump,
actualmente con una alta probabilidad de retornar a la Casa Blanca, y que son
leídas en el Viejo Continente, como el fin de la protección militar que Estados
Unidos ha ofrecido a Europa Occidental, desde el final de la Segunda Guerra Mundial.