Europa Occidental compró la idea
estadounidense de no pactar con Rusia y de más bien, arrebatar por la fuerza
sus riquezas.
El resultado es que los logros de
décadas de esfuerzos, de generaciones enteras de europeos, se está evaporando,
por las "inversiones" en la guerra, y por la pérdida de
competitividad internacional debido a los altos costos de las materias primas,
que ahora deja de comprar al país eslavo, pero que tiene que comprar a Estados
Unidos, léase gas, por ejemplo, con sobrecostos que superan el 30%, sin hablar
de otro cúmulo de materias primas, que Moscú ofertaba a bajos costos.
La trampa en que ha caído Europa
Occidental, es tener que adquirir el gas y petróleo ruso, que ha dado la vuelta
al mundo, y es revendido por países asiáticos o del Medio Oriente.
Olvidaron, por demás, que las
materias primas esenciales son escasas y limitadas en el planeta.
Pero si torpezas son todas estas
cosas, lo completa, 3l que la confrontación de Occidente con Rusia, solo ha
provocado empujar la consolidación de acuerdos entre China y Rusia; Beijing
convertida en la factoría mundial y Moscú con los recursos que entrega el país
más grande e inexplorado del mundo.
El otro tiro por la culata, es la
migración de empresas europeas que EEUU esperaba canalizar en su territorio
debido a la guerra en Europa, pero que terminó inclinando la balanza al
traslado de factorías, pero a China, donde producir es más barato que en EEUU, por
demás de que Beijing posee un mercado más dinámico.
Los efectos con desgano, pero ya
inocultables, son retratados por las perspectivas económicas de los países.
Según el más reciente informe del
FMI, Rusia crecerá económicamente en 2024, más que cualquier potencia de Europa Occidental que lo adversa.
Rusia, 3,2%. Francia 0,7%. Italia
0,7%. Alemania 0,2%. Reino Unido 0,5%.
Estados Unidos escapa, con un
crecimiento de 2,7%, gracias precisamente al comercio con el que EEUU ha
sustituido el equivalente que aportaba Rusia a Europa Occidental, en particular
el gas licuado de esquisto, y por las ventas de armas que, de nuevo, son
compradas por Europa Occidental para ser entregadas a Ucrania, una “pequeña”
ayuda a las armerías estadounidenses que supera los 100 mil millones de dólares
en dos años.
Todo esto para introducir el tema
Venezuela, que tiene un paralelismo si se piensa en los efectos que ha traído a
Colombia romper los lazos comerciales con Caracas.
De nuevo Venezuela tiene las
mayores reservas de petróleo del mundo, importantes en gas y de diversas
materias primas.
Como se ha mencionado y se
reitera, el mundo atraviesa por una seria escasez de recursos y ya no se trata
de aventurarse en la costosa explotación de nuevos yacimientos. Ya son décadas
de esa experiencia y los logros son limitados, exiguos y no rentables, las
multinacionales de las materias primas ya lo tienen claro, y tiene que ver con el salto al vacío de la guerra contra Rusia y del apoyo irrestricto de Occidente a Israel.
De hecho, la idea de que
Colombia, sobreviva con recursos básicos declinantes de
su subsuelo, es una narrativa que intenta mantener los recursos de Venezuela,
en buen recaudo, con la expectativa que sean explotados por las potencias
Occidentales, en medio de todos los problemas ya planteados.
Ahogar a Venezuela resulta ahora tan utópico como lo que se esperaba que sucediera con Rusia, y que es la expectativa que aún guía a la élite colombiana, con lo que esperan hacerse a parte del pastel por la puerta de la conspiración contra Caracas.
Lo ideal, es que con el
pragmatismo que obliga un mundo convulso, EEUU, Colombia, Venezuela, en
general, América Latina, los BRICS 10, lleguen a acuerdos comerciales al margen
de las visiones propias de la guerra fría, que como se ve en Europa, solo
estimulan el avance de las conflagraciones militares, un escenario que permita
construir una transición geopolítica internacional pactada.
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