2024/03/20

Previo a la revolución industrial,  que permitió la paulatina sustitución de la tracción animal como centralidad del desarrollo económico, por la de la máquina y el uso de combustibles, y que ocurrió en el siglo XIX,  la disputa entre las potencias europeas en el mundo, se localizaba precisamente en los entornos de las regiones con alta densidad poblacional, caso de las batallas por el control de India o regiones de la África negra, entre Francia y Gran Bretaña, o la disputa por la fuerza de trabajo indígena, en América del Centro y del Sur, entre España y las demás metrópolis europeas, y que se presentaba tanto en predios del Viejo Continente, como en ultramar.

La fuerza de trabajo humana y/o animal era la base de la economía y del sistema productivo, y la esclavitud predominante, por lo que el desconocimiento de la humanidad de las gentes de las colonias era la característica,  degradados al nivel de “los sin alma”, tratados como animales salvajes y considerados como mercancía de cambio o de trabajo, sin cultura e historia, algo que en la evolución del colonialismo progresó para reconocerlos como “seres inferiores”, y no fue hasta las guerras de independencia del “tercer mundo”, que los países adquirieron algunos niveles de soberanía y en los estados constituidos, el alumbramiento de los procesos de disputa por el reconocimiento de la ciudadanía y la plena existencia de la democracia, que por lo que se ve, en el presente, continúa teniendo toda pertinencia.

La situación en América del Norte, tiene sus propias particularidades, debido a la amplia migración europea, y la práctica eliminación de las comunidades originarias en los territorios.

Estados Unidos, de tez blanca y ojos azulados, declaró su independencia de Inglaterra en el último tercio del siglo XVIII. La región estadounidense, había sido fragmentada por los británicos, en trece colonias, con el fin de evitar la conjugación de intereses y el levantamiento contra la metrópoli europea. Sin embargo, el desgaste de Londres acumulado tras sucesivas campañas militares contra Francia, en medio de las disputas por las colonias de ultramar y por regiones en el propio suelo europeo, hizo declinar su capacidad en el control de las posesiones allende el Atlántico, y facilitó el levantamiento en Norte América.

Siguiendo la ruta de buena parte de otros procesos, el Estados Unidos independiente, se vio sometido a una conspiración continuada desde la corona británica. Ya en la segunda mitad de siglo XIX, participó de la guerra de secesión de los Estados Unidos, aunque oficialmente se declarara neutral. Comercializó armas tanto con el bando confederado del Sur, las regiones esclavistas, por las que se inclinaba geopolíticamente, como con la Unión, es decir, la región comandada por Abraham Lincoln, y recuerda la estrategia aplicada a la guerra moderna Iran e Iraq, ya por parte del Estados Unidos imperial, a finales del siglo XX, donde a la postre Henry Kissinger, reconoció que de lo que se trataba era debilitar ambos bandos, mientras EEUU, esperaba el momento adecuado para actuar.

Esto para recordar, que los procesos políticos de las sociedades son un continuum; ayer la fuerza de trabajo esclava, hoy la derivada de la informalidad laboral. Ayer la disputa entre metrópolis europeas, hoy la batalla multipolar que trasluce una batalla entre Occidente y Oriente. Ayer la abundancia de recursos, hoy su cenit. Ayer una atmósfera estable, hoy el cambio climático. Ayer el telar manual, hoy los algoritmos y la Artificial Intelligence.

Eso si, todo ello, para considerar el actual complejo de la batalla política internacional, en curso.

   xtienda la reflexión con un contenido de nuestro archivo

>>Puzzle de publicaciones<<   >> Blog<<   <<Geoeconomía>  <Geoconflictos> <Geoenergía> <Biosfera>