Los consejos superiores de las
universidades, recuerdan lo que sucede con otras instituciones del Estado.
Es decir, no han pasado en vano las décadas en las que han predominado los partidos tradicionales, en la gestión del Estado, al punto, que ya no representan un gobierno de lo público, si no de camarillas políticas, algo más complejo, si se piensa que los Representantes a los Consejos Superiores, hacen parte de sectores que han tenido la oportunidad excepcional, de formarse al mayor nivel profesional y ético, si se piensa, en el resto de la población del país.
De hecho, eso explica por qué el brillo con el que fue concebida la universidad en la segunda mitad del siglo XX, con una concepción humanista, positivista y enfocada al desarrollo productivo nacional, medida por el avance en las artes, la historia, las matemáticas, hoy lo que tenemos es la transformación de facto, de estas en una especie de Sena, con un formato criptográfico de educación para el trabajo.
A las universidades públicas le sucedió, lo que al resto de la sociedad, y es que le fueron mutilados sus activos sociales y políticos progresistas, mediante la violencia en el momento paramilitar, más agudo, lo que incluye el sello de una perspectiva neoliberal, que sustituyó la visión desarrollista, olvidando la investigación aplicada, el fomento de la creación de la pequeña, mediana y gran industria, y q permita dar sentido y sustentación a requerimientos sociales, como de la apertura de puestos de trabajo, fomente la formalización laboral, reactive el ascensor social por la vía de la producción, aperture las condiciones de la reforma agraria, laboral, salud, pensional, que entre otros, de sentido al esfuerzo estatal de la Matrícula Cero.
Una educación que se relocalice en clave de los cambios geopolíticos que transcurren a nivel global, observe la oportunidad de impulsar el mundo de la producción, de la sustitución de importaciones, de la seguridad alimentaria, de la protección de los bienes naturales, contención y adaptación al cambio climático, economía circular, como respuesta al cenit de los recursos naturales, desarrollo informático que permita enfrentar los desafíos de la Inteligencia Artificial, la agregación de capital a las materias primas que tiene el país en su suelo, entre muchos otros.
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