2024/07/31

Una de las características clásicas del uso del papel impreso, los billetes o las monedas ha sido la implícita privacidad respecto de las compras que realizan las personas. En el pasado, el rastro del dinero y en particular, que hacía cada quien con el mismo, llegaba hasta la taquilla de los bancos y es lo que ha cambiado dramáticamente con la digitalización del comercio donde todo el circuito, que va desde el origen de los pagos a como se consume el dinero, cada peso, puede ser rastreable.

Los riesgos asociados a quien posee el dinero también han cambiado. Cada vez son menores los transportes de valores para la recarga de cajeros electrónicos y bancos, por lo que el hurto de dinero ha transitado del taquillazo en los bancos, el robo de dinero al momento de la extracción en el cajero electrónico, algo definido en un limitado tiempo y lugar, a que las billeteras virtuales convierten a los ciudadanos “en todo momento” en blanco de un potencial hurto, sea el que se realiza a través de medios virtuales como el que se lleva cabo mediante modalidades como la del denominado paseo millonario.

La seguridad de las transacciones digitales es una quimera. A más de los mecanismos de ingeniería social cada vez más generalizado en los hurtos de dinero, están aquellos asociados al hurto de la identidad de las personas, de sus huellas digitales, comandos de voz o el iris de los ojos, biometría en general, medios comunes de autenticación digital para realizar transacciones y en modo perfección a través de la Inteligencia Artificial.

El ámbito digital diferente al movimiento de divisas "del pasado", basado en tiqueteras físicas donde se soportaban las transacciones una a una, dejan en el aire cualquier posibilidad de pruebas en el reclamo que los ciudadanos pueden realizar ante las entidades bancarias en caso de hurto, las defraudaciones relacionadas con  la violación del blockchain o codificación bancaria digital con la que se realizan las transacciones de una cuenta de depósito se incluye dentro de estas características.

Así las cosas, contrario a limitar los riesgos asociados al uso del dinero físico, cuando se transforma por el digital vendido como paradigma de seguridad, lo que ha logrado es incrementarlos, convertir en paroxismo el control de la sociedad y más bien representa la certidumbre de la pérdida de recursos e incremento de riesgos redirigido ahora a las personas.

Sin duda, “la liquidez” que aporta el dinero digital que con un código QR lo hace todo y el obviar la necesidad de billetes en la cartera para las compras tiene sus propios costos, y que pocos perciben.

Para completar, los reclamos en medio de situaciones como las mencionadas, que ocurren 24-7, apenas tienen como recurso limitados canales de comunicación con los bancos, tan inservibles como los chabots y ni que decir, de como las oficinas físicas prácticamente han desaparecido.

Lo anterior son planteamientos a tener en cuenta en medio de una nueva ola de transformaciones en el mundo del uso del dinero, visible por los proyectos de estructuración de monedas digitales y la práctica eliminación del dinero impreso, algo que ya se ve venir si se piensa en iniciativas internacionales como el yuan, el rublo o rupia virtual o la emisión del mismo peso colombiano digital. 

      xtienda la reflexión con un contenido de nuestro archivo