2024/07/13

La migración en el mundo ha existido desde tiempos inmemoriales en la historia de la humanidad, algo que ha alimentado el desarrollo de las grandes potencias e imperios, que en su constitución demandan ingentes volúmenes de fuerza de trabajo necesaria para dinamizar su producción y comercio, así como la proyección hegemónica para cada época. Roma se fundó en la esclavitud, esto aún en tiempo de la República, una forma de trabajo forzado para “animales humanos”, como diría el ministro de defensa Gallant de Israel, aunque ahora acuñe esta definición para referirse a los palestinos.  En otro momento de la historia de la humanidad se les llamó siervos, que proviene del latín servus que significa de nuevo, esclavo, ya en el feudalismo.

El “todos los seres humanos son iguales”, tardó siglos en la historia de la humanidad para ser alumbrado en la Ilustración, a lo que sobrevino el que esos seres humanos con su actividad cotidiana especializada y coordinada, de facto convergen en la constitución de la sociedad de un pacto social, de un sistema de acuerdos que se refrenda en todo momento y en cada relación humana que se establece. Al pacto social, sobrevino otro gran hallazgo que proyecta la Ilustración, y es que el sistema de acuerdos cotidianos tejió reglas generales para las relaciones pacíficas, las mismas sobre las que descansa la aparición del Estado, y es lo que da sentido para que todos quienes hacen parte de una sociedad ligada al Estado, acuerden su sostenimiento, sus reglas, a las que la sociedad decide someterse. La invención del Estado ha permitido a la humanidad aunar esfuerzos de grupos excepcionales de personas en el logro de diversos objetivos, imposibles de lograr por el esfuerzo individual.

Ahora bien, volviendo a como las personas se desplazan entre continentes, regiones y países, la migración es un factor fundacional de los Estados Unidos, en particular de blancos arios provenientes de Europa, quienes aniquilaron las comunidades indígenas originarias, una herencia de una forma específica de conquista, no porque la humanidad desconozca la igualdad de entre los seres humanos, se de certeza a que “los indígenas no tenían alma”, como por una perspectiva específica de acumulación de riqueza y de forma de expropiación, pese a que la Conquista de América, África, regiones de Medio Oriente o Asia en la era “de los descubrimientos”, más bien soportado en capacidades militares, por parte de las metrópolis europeas ocurriera antes de la Ilustración.

Los imperios de hecho se enriquecen con la diversidad y el saber que trae la migración. Al final del siglo XIX, más del 80% de quienes llegaban del extranjero a Estados Unidos provenían del Viejo Continente y hoy el mayor país del mundo con inmigrantes legales.

Ahora bien, la migración en un mundo, que no es el que circunscribe a la idea del terraplanismo, Asia Menor, el Continente Euroasiático y África, si no por la aperturada en la realidad de la concepción del orbe, “del planeta esférico que navega por el universo” con sus propios límites físicos, ya  en medio del cenit de sus recursos, lo que incluye el agua dulce, los neocolonialismos, los miles de millones de personas que potencialmente pueden desplazarse, la crisis climática y de la hegemonía imperial estadounidense, coloca las cosas en otra dimensión si se piensa en otras migraciones que se hayan presentado en la historia de la humanidad.

Ya se habla de éxodo como acepción de lo apocalíptico que tiene la Biblia, y que explica lo inimaginable de cientos de miles de personas, con hijos de brazos que se lanzan “a pie” a atravesar selvas como la del Darién, para continuar otra ruta igual de bíblica por Centro América o que en pequeños barcos llenos hasta el techo, a punto de hundirse se lancen en el intento de cruzar el Mar Mediterráneo y el Mar del Norte.

Los que sobreviven se enfrentan con las cercas, los terrenos vallados, las alambradas de púas, en el intento del ingreso a cada país de Europa o Estados Unidos, un éxodo que busca una tierra prometida que conceda los derechos que sus naciones originarias, hundidas en la crisis por los neocolonialismos domésticos e internacionales, y la convergencia de crisis ya planteadas, se niega a entregar.

Ya la cerca en torno al rio grande, se corrió una buena cantidad de kilómetros para establecerse en la frontera entre Colombia y Panamá. El recién electo presidente del istmo, Mulino, determinó como Trump, cerrar el paso de los migrantes en su ruta a Estados Unidos y la expulsión de quienes se atrevan al paso por las trochas a ser expulsado de nuevo a Colombia. Poco se habla de las causas de la migración, entre otros, situado en el ahogamiento económico de Venezuela debido al bloqueo de una década que practica Occidente, y por los efectos del neocolonialismo moderno, lo que incluye las guerras, en África, Medio Oriente y Asia.

Disponer en el centro de los problemas la migración, es una forma cómoda de desviar la atención de otros problemas esenciales de carácter social y de la democracia. Es una forma de gobierno que impone, como en el caso de la incrustación del narcotráfico, la securitización de la agenda de los países, que ya no se mide por logros en derechos para los nacionales, como por el número de detenidos, "dados de baja", construcción de cárceles, medidas draconianas en las leyes como gestión en los Congresos, lo que en el fondo converge en prácticas de afectación de libertades democráticas y en los derechos ciudadanos.

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