2024/06/05


 Cada época trae sus deslumbramientos para las sociedades, pero todas, movidas progresivamente de un fondo socio cultural a otro particularmente económico y destinado al control de la humanidad, hoy a la distancia del clic.

Las aventuras cifradas en la Ilíada o la Odisea, en la antigüedad, la invención del teatro. Las obras hidráulicas y la constitución de la ciudad; las teorías sobre el funcionamiento del mundo y las observaciones del cielo, o de otra forma, la evolución de las especies y las hipótesis sobre la operación del sistema planetario.  La revolución de los metales, el uso de los combustibles, la invención de la industria y los vehículos a combustión. La revolución del silicio, el aprovechamiento de la arena como medio conductor de energía y por supuesto el desarrollo de los procesadores-cada vez más pequeños, en nanómetros- y del lenguaje de máquina, que sintetizan elementos como el smartphone.

Hoy el deslumbramiento va de la mano de la evolución del Generative Pre Trained Transformer(GPT)-Transformador Generativo Entrenado, o, de otra forma, la denominada Inteligencia Artificial, que no es más que un programa que autónomamente “desarrolla otros programas”.

La IA es “entrenada” o “alimentada” con información digital expropiada a todo ser humano que tiene contacto con la red internet, un sistema de cables, satélites, antenas y ciudades de procesadores, que ha logrado que miles de millones de personas sean integrados, como el oasis impone su paso a quienes atraviesan el desierto, al punto que es difícil pensar en alguna actividad humana en el momento, que no esté atravesada por el uso del procesador personal de bolsillo, o lo que deriva de la “casi” obligatoriedad de la co-nexión, con la familia, amigos o actividad laboral.

Así como la calculadora clásica obvió la necesidad del conocimiento de la aritmética, para realizar los clásicos cálculos de las operaciones básicas como sumar, restar, multiplicar o dividir, otro tanto lleva a cabo la Inteligencia Artificial, en el caso de todo tipo de operaciones lógicas humanas, aprendidas a través de la cultura, la familia o el sistema educativo.

La decisión personal o “el sentido común”, las valoraciones éticas y los juicios de valor, son delineados ahora mismo mediante la interacción del humano y la máquina, o de cada persona con su dispositivo computacional personal: las personas ahora son guiadas a voluntad del algoritmo por retículas de información personalizada, que de manera imperceptible amasan el pensamiento.

El poder es poder, si no se revela cómo se aplica.

El denominado cryptocolonialismo o colonialismo escondido, a velocidad de la luz y del destello de la pantalla touch, navega y naturaliza los riesgos para la supervivencia humana como la guerra, el cambio climático, la escasez de los recursos naturales, mientras funge como calmante del agobio en la lucha por la supervivencia cotidiana, en medio de los derogados principios de la sustentación social; el derecho en la actividad laboral, al refugio, a la alimentación, al agua…

La iglesia en el pasado, acompañó la implementación del mundo industrial, copando el espacio libre de los obreros, evitando que cayeran en las tentaciones humanas del consumo de alcohol -el escape a la alienación en que derivan las tareas repetitivas en los humanos-,  y de “ideas” que los extraviaran, y es el mismo estupor que caracteriza la penetración virtual, del ocio o de la función cotidiana que lleva a cabo buena parte de la humanidad.