Reencaminar el desarrollo
nacional de Rusia desde el año 2020 representó el punto de ebullición y
finalmente la colisión de intereses entre Moscú con Washington.
Un mojón de este proceso se produjo en el año 2012 cuando un consorcio de empresas rusas y de Europa Occidental pusieron en marcha el gasoducto Nord Stream bajo el mar Báltico y que comunicaba los pozos del país eslavo con Alemania sustituyendo la ruta de transporte de gas construido durante la Unión Soviética que hace tránsito y distribuye dicho recurso por los países de Europa Oriental(algunos de los cuales incrementaban constantemente el valor del trasiego por las tuberías)., en dirección a las metrópolis Berlín, París y Londres.
En 2021, apenas puesto en marcha el Nord Stream y desplegado su brazo paralelo, el Nord Stream 2, fueron presa de un ataque con explosivos que dejó el sistema parcialmente fuera de operación.
Hasta el momento existen todo tipo de investigaciones sobre quien llevo a cabo el ataque contra el sistema de suministros de gas más importante del mundo y que se realizan por parte de la justicia en Alemania y otros países europeos.
El puntapié final lo llevo a cabo el Canciller Olaf Scholz, quien presionado por Washington revocó los permisos de comercialización del gas ruso con tránsito por el Báltico, lo que implicó dejar bajo el mar una inversión de miles de millones de dólares (solo el Nord Stream 2 costo 12 mil millones del billete verde).
Lo que sobrevino después fue la guerra en Ucrania en 2022, uno de los principales países de tránsito de las tuberías de gas ruso en dirección a Europa Occidental y fronterizo con la nación eslava.
Da luces en todo esto los rumores de solución al litigio con "la compra" de los Nord Stream por parte de compañías estadounidenses, una forma de que Wall Street capitalice recursos económicos de una de las principales fuentes de riqueza de Rusia. Por demás, EEUU tendría las manos sobre la válvula de apertura o cierre del gas con destino a Europa.
Sucede con China. Uno de los principales objetivos de Washington es intentar descarrilar el desarrollo económico, tecnológico e industrial que ha logrado consolidar Beijing con la apertura llevada a cabo desde los años setentas del pasado siglo y que tomó auge en los más recientes 25 años basado en la deslocalización industrial de EEUU con lo que Wall Street buscaba sobrellevar la enfermedad propia del capitalismo, que tiene que ver con la crisis de tasa de ganancia y de sobreproducción y la que se mitiga con la constante ampliación geoeconómica de mercados.
El capitalismo occidental encontró un nuevo mercado de 2400 millones de habitantes, con desarrollo en servicios básicos, de educación que fue posible tras el estallido social o de otra forma la revolución China de 1949 encabezada por Mao Zedong.
Contrario a los Tigres Asiáticos que fueron avasallados por una inducida fuga de capitales en los pasados años noventa, China moduló el ingreso de inversión a la creación de empresas de capital mixto, internacional y doméstico, lo que mezclado con apalancamiento público en I+D de manera sostenida (observable más visiblemente en las más recientes dos décadas, como se ha mencionado), explican el milagro económico del denominado Imperio del Centro.
Como en el caso de Ucrania la alternativa de Wall Street es fomentar una confrontación atizando sectores sociales y empresariales moldeados por el algoritmo de las Big Tech y ONGs proto estadounidenses, para a través de estos impulsar una guerra donde el gasto lo asumirá la población de Taiwán en un potencial choque con China.
Aún así el reaseguro del poder emergente en Eurasia es redirigir a través de obras faraónicas por su magnitud, en tres años, gas, petróleo y recursos estratégicos que desde el zarismo ruso iban en dirección a Europa, en este caso a China.
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