2025/09/21

El laboratorio de la estrategia para desatar la colonización europea de China que inició en el siglo XVIII en 1939, con la primera guerra del opio llevada a cabo por ingleses y 1956, la segunda guerra del opio, con franceses e ingleses,  con lo que se hundió en la guerra civil al gigante asiático y se apertura el siglo de la humillación según retrata la historia de China, fue precisamente lo que sucedió en América del Sur en el siglo XIX, y en particular con la Gran Colombia, capitaneada por Simón Bolívar en el contexto del país continente integrado por las hoy Venezuela, Ecuador, Colombia y Panamá.

La desaparición del imperio romano derivó en la fragmentación política y económica de Europa, asociado a la emergencia de culturas sometidas por siglos por la visión colonial de la metrópoli de la península itálica, lo que derivó en los vaivenes de confrontaciones armadas conforme se establecían monarquías y se daba forma a las fronteras territoriales de los actuales países.

El gran descubrimiento en la Europa del siglo XV fue derivar la batalla intereuropea soportaba en factores como la posesión de la tierra y las riquezas asociadas a la misma, en un proyecto imperial de España, Portugal, Francia e Inglaterra, sustentadas ideológicamente en el supremacismo cultural, lo que incluye el cristianismo (otras culturas fueron consideradas de carácter bárbaro verbigracia lo que hicieron los romanos con ellos mismos), con lo que se “legitimó” la esclavización de sociedades, el hurto de tierras, de regiones continentales enteras que en la actualidad representan países.

Se dio pues la lanzada al colonialismo europeo en África, Oriente Medio y América sociedades con economías por entonces centradas en sus propias regiones mientras el objetivo de los europeos, era integrar la riqueza de las mismas en el circuito económico de Madrid, Lisboa, Londres y París, incluso más tarde el propio Berlín.

De la guerra continental en suelo europeo se migró pues a la guerra entre potencias por posesiones a lo largo y ancho del mundo. Por nombrar, británicos y franceses se enzarzaron en una lucha territorial en América, en especial con el imperio español (el imperio donde jamás se ocultaba el sol), que iba desde el Continente asiático y se extendía hasta territorios americanos.

En particular ingleses y franceses se unieron para estimular el levantamiento contra la Corona Española en la actual América Latina, lo que tiene su propio capítulo con el levantamiento encabezado por Simón Bolívar, prócer que terminó por consolidar la independencia de la Gran Colombia, pero “un país continente” que luego de encaminarse a la constitución de una república rivalizaba incluso con las metrópolis londinense y de París, por lo que Inglaterra como Francia optaron en otra vuelta a la tuerca, por fomentar sectores políticos que derivaron en la balcanización de la mega región bolivariana y la  secesión de Venezuela, Ecuador y a la postre de Panamá(la antigua doctrina romana del Divide et Impera), está última escisión mucho más tardía que la primera, ya a comienzos del siglo XX, cimentada en el poder que proyectaba Estados Unidos considerando poseer un Canal que une dos océanos, Atlántico y Pacífico, si se piensa en el contexto neo mercantilista y fabril estadounidense que guiaba la expectativa de los líderes de la Unión Americana.

La antigüedad de la cultura china, tan antigua como la occidental, evitó la balcanización que pretendió Europa en el gigante asiático en el siglo XIX, pero que en América del Sur fue posible por la latinización y la eliminación del saber cultural indígena del subcontinente que sobreviene al siglo XV, explican en parte la partición de la Gran Colombia,  un proyecto político que llegó a atraer, a más de su corazón localizado en el eje Caracas, Bogotá y Quito, incluso a Lima y Bolivia, lo que empalmaba con el proyecto propiamente continental con lo que sucedía en Cono Sur con San Martín.

El desarrollo económico, técnico y militar que abrió las puertas a las iniciativas independentistas en América del Sur fue posible debido a las guerras en suelo europeo, en particular, el proyecto imperial francés de Napoleón que confronto a sus equivalentes Español y Portugués, y al incentivo que Francia e  Inglaterra hicieron de sectores sociales localizados en regiones bajo mandato de la Corona Española para que se levantaran contra los reyes católicos, lo que incluyó financiamiento, avituallamiento y acción conjunta de carácter industrial y técnico.

Hoy, la región neogranadina enfrenta de nuevo un cambio de era geopolítica con el declive imperial estadounidense en medio de la emergencia de nuevas potencias globales. La erosión del colonialismo financiero tiene epicentro en Washington y se extiende al Viejo Continente y es una ventana de oportunidad equivalente a la que se presentara con la emergencia de las metrópolis londinense y de París, respecto de España y Portugal lo que sobreviene al siglo XV y que permitiera los procesos independentistas bolivarianos y en general de América del Sur.

De como se jueguen las cartas y cuanto se sea consciente del momento excepcional que tienen las sociedades y los dirigentes políticos que alternen el pasado colonial financiero, del reconocimiento y aprendizaje de la historia, dependerá el futuro de las naciones neogranadinas como lo fuera a comienzos del siglo XIX.

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