La paradoja de la economía occidental reside en
que mientras en números generales, pese fluctuaciones, el crecimiento económico
o el comportamiento de las bolsas no deja ver algún signo que haga pensar en
una bancarrota generalizada de Estados Unidos, lo cierto es que ello no se
presenta debido a la excepcionalidad que plantea la impresión de montañas de
dólares por parte de la Reserva Federal y transables en la economía mundial.
También es cierto que esos dólares impresos monetizan el esfuerzo de trabajadores, “los sin patrón”, que trabajan al sol y al agua y sin límites de horario laboral en campos y ciudades del mundo, en emprendimientos donde comercializan productos de multinacionales o de grandes empresas domésticas, en un ciclo donde se cocinan las ganancias de las principales compañías de Wall Street(quien no consume energía, alimentos, medicamentos, tecnología) lo que entre otros, tiene una arista importante en la producción que las multinacionales estadounidenses tienen respecto de sus operaciones en China.
Es el “milagro” de la impresión del billete verde.
Ahora bien, si EEUU decidiera saldar las deudas con sus acreedores, que desde 2013 ha superado el 100% de su PIB (entre ellos China) de golpe con un “pulso” en la impresión de dólares, el sistema simplemente colapsaría. Por su parte, a los tenedores de deuda de Estados Unidos tampoco les interesa un desplome de la economía de la Unión Americana porque resultarían igualmente perdedores(entre otros, China es el segundo tenedor de Bonos del Tesoro de EEUU), pero explica el fenómeno de “progresividad”, de abandono paulatino del uso del billete verde, diversificación del ahorro de las naciones al margen del dólar, un tiempo que Wall Street está usando para intentar contener el deslave de la hegemonía estadounidense pretendiendo un acuerdo a como dé lugar con Rusia, como primer paso para luego ir por China.
La crisis del sistema mundo occidental en síntesis lo representa la concentración de la producción industrial de China, y como tantas veces se ha mencionado, que EEUU se quedó con el esténcil. Los primeros tenedores de bonos del tesoro estadounidense tasados en dólares son Japón (1,3 trillones), China (784 billones), Reino Unido (750 billones), Islas Caimán (417 billones). Pero, de hecho, las deudas de EEUU con el G7 y los paraísos fiscales no son el problema porque estos centros financieros o de lavado de activos no tienen un contrapeso en el mundo de la producción y la mejor eficiencia en la misma, de bienes y servicios como si lo tiene la centralidad euroasiática.
EEUU puede decirle a buena parte de los países del mundo que no les pagará los bonos del tesoro en su poder y donde está concentrado el ahorro de miles de millones de personas (y de generaciones que sobrevienen al fin de la Segunda Guerra) que trabajan de sol a sol (hasta altas horas de la noche y en la madrugada) diariamente y “sin patrón”, y no pasaría nada.
Ahora bien, las cosas cambian debido a que existe el poder económico, tecnológico y productivo euroasiático que respalda la transacción de bienes y servicios al margen del sistema mundo occidental, y que explica porque ante el asedio geoeconómico a esta región por parte de Estados Unidos, sus economías mantienen su curso en términos de crecimiento económico, desarrollo industrial y más recientemente la emergencia del poder político considerando los BRICS, el avance la Franja y la Ruta China y en general el comercio bilateral entre naciones que ahora se realiza al margen de la sombra estadounidense que caracterizaba décadas de hegemonía.
Esta semana se presentó un campanazo respecto de los confines de las maniobras que pretende realizar EEUU. CNBC titulaba: los inversores se deshacen de los bonos(estadounidenses) a nivel mundial (por temores asociados a su deuda). Por su puesto, esto no se lleva por delante solo a Estados Unidos si no al mismo G7, en lo que vale recabar.
El miedo a este escenario es el que explica como el mayor magnate que ha producido la humanidad en toda su historia, Elon Musk, ha tomado la decisión de directamente tomar el timón de la política estadounidense, o el rearme militar que asume tanto Alemania como Japón, élites que, desde la Segunda Guerra fueron sometidas y que se acomodaron a los acuerdos de ser los segundos en el vagón colonial de Washington, pero que al tambalearse el poder imperial solo ven como opción, como lo fuera el mundo que antecedió la primera guerra mundial, la confrontación armada entre naciones europeas y en proyección de ampliarlo, también como en los antaños periodos que sobrevinieron al siglo XVI con las “conquistas” de territorios a lo largo ancho del mundo.
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