2024/12/13

Para comprender la historia de los imperios, en particular, el de Estados Unidos, se habla recurrentemente del 5to presidente de la ya Unión Americana, luego de la Guerra de Secesión James Monroe, quien en algún discurso fraseó el “América para los americanos” en 1823.

Monroe interpretaba la caída de Napoleón (Austerlitz 1805) y el Congreso de Viena de 1814, donde Europa Oriental (Prusia-Austria-Rusia) se impuso a la Occidental, como el reposicionamiento de  las potencias vencedoras, estableciendo las fronteras terrestres en el Viejo Continente, orientando la perspectiva de la repartición del mundo colonial europeo allende el Atlántico y la previsión de nuevas guerras de conquista en el hemisferio occidental.

Sin duda, todo esto cambió debido a que fue más determinante el poder sobre el mar, el desarrollo comercial de ultramar, la fuerza naval respecto de su equivalente de las potencias terrestres, lo que explica el auge de Gran Bretaña, Holanda e incluso, el retorno de la misma Francia.

Ahora bien, la semilla o mentalidad colonizadora va más allá de este contexto y hay que buscarla en la historia de los imperios antiguos en África, en particular Egipto, Mesopotamia, China y la misma Roma, y es que la posesión de la tierra por reyes, luego monarquías e imperios representa una forma propia de acumular poder político y económico, el control de poblaciones para su explotación, que van de la esclavitud donde las personas son reconocidas como animales de trabajo y que no tienen propiedad de la tierra, los siervos, a quienes monarcas o latifundistas arriendan para el cultivo y la explotación de la misma. De hecho, la posesión de la tierra es en sí misma una representación de un bien de capital así sea que no se cultive, como dinero en un banco: Claro es que se aprecia a un más si tiene riquezas minerales, madereras, combustibles fósiles, o a esta altura del siglo XXI, agua, en su haber.

Pensar por ejemplo en el dominio de América que logró España en la “era de los descubrimientos” repartiendo en latifundios (cuatro virreinatos) buena parte del Continente con excepción de porciones del Norte de América en manos británicas o francesas y Brasil bajo dominio de Portugal.

Ahora bien, el comercio de la tierra en Norte América se realizó mediante bolsas de valores europeas donde las riquezas acumuladas en Europa ofrecieron ganancias sin que los inversores pudieran tener directa posesión de la tierra (rápidamente pasa al concepto de propiedad de la tierra), pero hizo más eficiente la explotación y el valor de la misma, incluye la esclavitud  y el auge del oro de la época de las explotaciones de algodón o azúcar, lo que se contrastó con la visión latifundista del resto del continente, en particular, tierras ociosas, valoradas especialmente si tenían recursos minerales como oro y plata.

Este mismo fenómeno es el que explica porque se industrializa la explotación de la tierra en Norte América, se reconoce su peso específico en el desarrollo nacional y, de hecho, para el eficaz uso de la misma, se implementa la reforma agraria, contrario a la perspectiva europea donde el padecimiento de hambrunas es lo que ordena el quehacer del Estado en la escena del uso y explotación de este recurso.

COLOMBIA

En este sentido, un abordaje sobre el quehacer con el tema de la tierra en Colombia en el presente pasa por comprender esta historia, y le da sentido al papel que juega el Estado en el proceso de democratización de la propiedad de la tierra en el país, pero que está sujeto a la absorción que realice la comercialización local e internacional de los productos que allí se generen y su nivel de valor agregado que se les adhiera.

Se insiste en la importancia del proyecto de una línea férrea de carácter eléctrico que ondee la base de la oriental de la cordillera de su mismo nombre, con conexiones multimodales transversales de carácter fluvial, que conecte Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú, en dirección al puerto de Chancay, con una variante a Tumaco, que permita el desarrollo agroindustrial de departamentos en la Orinoquía colombiana (Arauca, Casanare, Meta, Vichada, Norte del Guaviare), Caquetá, Putumayo y Nariño.

Este proyecto debe impulsar el desarrollo industrial de los restantes departamentos que configuran el país.

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