2025/01/19

En 1999, en medio del proceso de paz entre las Farc y el gobierno de Andrés Pastrana, llovieron armas en el Caguán como lo titulara el diario la Nación de Argentina (ver referencia), un episodio que trascendió en el juicio llevado a cabo contra el jefe de la inteligencia peruana en el segundo gobierno de Fujimori, Vladimiro Montesinos donde también se dió a conocer el involucramiento de la CIA en la triangulación entre Jordania, Perú, de narcos brasileros que pusieron el dinero pagado por drogas entregadas por las Farc en una transacción de 8 millones de dólares y el lanzamiento aéreo y mediante paracaídas en zona de la negociación de 10 mil fusiles AKM.

La idea era fortalecer la posición de las Farc en la negociación al punto de derribar el proceso de paz en curso, lo que finalmente sucedió y amparó la estrategia que relevaría la negociación y es el auge del paramilitarismo en el país. El gobierno en funciones pasó rápidamente del ambiente de negociación y transmisiones en directo desde el Caguán a la oscuridad de las masacres generalizadas  y el desplazamiento masivo de personas a lo largo y ancho del país, un fenómeno que fraguó la parapolítica y su desdoblamiento en las instituciones del Estado, la justicia, entre otros la fiscalía y el DAS, por su puesto, el Congreso, fuerzas militares y sectores empresariales y dispuso el tapiz rojo para la llegada del primer gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez.

La paz en Colombia ha tenido tantos ciclos como la existencia de la guerrilla en el país que sobreviene desde fines del siglo XIX y que involucra tanto intereses “externos” como las disputas entre facciones políticas intraélites y en consecuencia entre los dos partidos políticos que han modulado su lucha armada (liberales contra conservadores) mediante formulaciones tipo frente nacional pero que igualmente desatan su acción confrontacional ya en la escena del complot.

De hecho el avance del proceso de paz con las Farc del gobierno Santos coincidió con una ventana de oportunidad donde sectores de la élite convergieron con Estados Unidos y neutralizaron acciones de las contrapartes que simplemente querían evitarlo y repetir ciclos de negociación y guerra, que a su vez determinaban la matriz ideológica en el ascenso y descenso político de las facciones liberal conservadoras.

No es un fenómeno que esté al margen de lo que precisamente se está presentando hoy con la situación de la crisis de las negociaciones de paz que el gobierno Petro realiza en el marco de la Paz Total.

Por colocar un ejemplo, la batalla interélites derivó en la crisis del gobierno Samper(caso narco casettes y financiación de la campaña presidencial con dinero del Cartel Cali), de donde sobrevino la proyección de los carteles de la droga que sobrevenían desde los años Ochentas al rol paramilitar con antecedente en Nicaragua (ver caso Irán-Contras donde el dinero para la compra de armas para la contra nicaragüense fue puesto por los carteles de la droga colombianos), pero ya en el propio Colombia con bloques armados dispersos por todo el país.

Puede considerarse que la posición del gobierno Petro al respecto de las elecciones e instalación del gobierno Maduro en Venezuela del 10 de enero, ha servido como acicate político a sectores que adversan la Casa de Nariño para impulsar medidas que erosionen el gobierno de Bogotá y que toman mayor vuelo con la elección del presidente Trump en EEUU, lo que va en la dirección del interés de Washington por el petróleo de Venezuela(tiene que ver con las alusiones de Trump sobre Mexico, Canadá, Groenlandia o el Ártico, todo con el espasmódico olor del  oro negro).

Ahora bien, no puede desestimarse los efectos que traen las escisiones de los grupos armados involucrados en un proceso de paz y que con frecuencia derivan en fuerzas inerciales que llevan al traste las negociaciones y también facultan ciclos profundos de violencia.

En este caso, hay que escuchar a todos los actores, es decir, tanto a quienes se mantienen en la mesa de paz, como los que no lo están, para determinar que se requiere para que los procesos que avanzan se mantengan y no deriven en una confrontación entre facciones.

En esto hay que recordar que el proceso de paz entre las Farc y el gobierno Santos también fue posible por las coordinaciones que se presentaron con quien no estaba directamente involucrado en la mesa por entonces, es decir, el ELN.

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