
El documento en mención establece que “los gobiernos deben reconocer que se encuentran expuestos al riesgo de la longevidad”, relacionado con el incremento de la expectativa de las personas jubiladas y de quienes están en camino de serlo, dado que ello modifica el parámetro bajo el cual se diseñaron los actuales sistemas de pensiones y que partían de un supuesto que consistía en que la vida de las personas era igual o inferior al fin de su edad laboral.
De esta forma el aumento de la expectativa de vida, que entre 1950 a 1980 pasó de los 48 a los 60 años y que llega en el año 2010 a los 70 años de edad, lleva a que los estados y las administradoras de pensiones tengan que pagar más de lo esperado en cuestión de pensiones, conduciendo a una sobre presión sobre los balances públicos y privados.
El Fondo Monetario, afirma a su vez, que si la expectativa de vida para 2050 aumentara tres años más de lo previsto en la actualidad, los costos de las pensiones se incrementaría un 50% respecto de los costos del envejecimiento actual, por lo que recomienda a los países la reforma de los esquemas de pensiones buscando que “la edad de jubilación aumente a la par con la longevidad esperada”.
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