La gran bifurcación en cuestión de la geopolítica actual, conocida la emergencia de la multipolaridad y la idea de Estados Unidos de todavía creer que puede contenerla (como evaporar procesos con avances sistémicos de más de dos décadas) pone sobre la mesa la realidad de que las batallas de Estados Unidos contra Rusia en Ucrania, Israel a nombre, de nuevo, de Estados Unidos contra Irán tienden a convertirse en guerras de desgaste y que se prolongarán en el tiempo. La perspectiva de que Estados Unidos empuje nuevos países alrededor de Rusia y China(verbigracia Taiwán, lo que habla de empujar a Japón o Corea del Sur, que pese a la colonización financiera y militar occidental se resisten) para que entren en choque armado, es algo latente al igual que lo que pueda suceder en los entornos de otros países pivote que hagan parte de los BRICS plus(como Irán, a ojos lo que ha sucedido, o Brasil, este último en medio de una declarada guerra arancelaria y el intento de manipular el sector judicial cuando Trump habla del proceso en tribunales que tiene que ver con movilizaciones que culminaron con la toma del Palacio de Planalto, sede de los tres poderes con lo que se intentaba desconocer los resultados en las más recientes elecciones que entregaban la presidencia a Lula da Silva), o a los países que pertenecen a la Ruta de la Seda o el Banco de los BRICS, de los que hace parte Colombia.
La situación de Estados Unidos no es para nada
cómoda en tanto su cronómetro de la historia en términos de la economía está
supeditado a emisiones de dólares mientras la contraparte, es decir, China
tiene como soporte ser el centro productivo y tecnológico del mundo, donde
converge un sistema logístico internacional conformado por décadas, donde los
países intercambian materias primas y todo tipo de bienes y a cambio se reciben
inversiones en infraestructura doméstica y facilidades en el desarrollo local
en diversos campos.
La deslocalización industrial de EEUU(también
de décadas) a Beijing y con lo que Wall Street encontró salida a un ciclo de
crisis de tasa de producción y de ganancia, la enfermedad del capitalismo que
solo se supera con revoluciones del consumo, nuevos mercados, en términos
geoeconómicos(como usar, en su momento, la palanca demográfica y de consumo del
mercado chino), mayores niveles de obtención de capital en el proceso de producción(era,
y sigue siendo más barato producir en China que en Estados Unidos) e intensificación
de la extracción de capital por el trabajo, léase neoliberalismo, lo que hace
que Washington tenga el asunto piernas arriba mientras que el viento sopla a favor
de la incursión de China, la que socializa su logro impulsando desarrollo a
escala a nivel internacional en los BRICS, un atractor con suficiente ventaja,
incluso para Estados vasallos de Washington y sus élites.
EEUU se queda pues con la herramienta de la
guerra en la contención de la multipolaridad mientras sus contrapartes, aunque también
se defienden en el orden militar, tienen su centralidad en el desarrollo de sus
capacidades productivas y el comercio, claro es, cada vez más al margen de Wall
Street.
Por su parte, las rentas demandadas por Wall Street, conocida la monetización
en dólares del comercio internacional en 80 años o de cada cosa que se produce
en el mundo, tiene las bolsas de la Calle del Comercio al margen de cualquier
posibilidad de conciliar rentas suficientes demandadas por un escenario
accionario recalentado y esto tanto si se piensa en la economía doméstica
estadounidense como internacional (explica
la implosión en cámara lenta del Swift) y como el comercio en los BRiCs “ha alcanzado el 65% en sus propias monedas, mientras que la
participación del dólar y el euro ha caído por debajo del 30%” en una tendencia
que progresa desde el año 2022 (Ver referencia 1).
Ahora
bien, el límite a las emisiones de dólares que impone la emergencia de los BRiCs
y la deriva de la inflación en Occidente quita maniobra a la expectativa
estadounidense de empujar países en su cruzada contra el mundo emergente: ya no
es pues el financiamiento del conflicto mediante impresión de dinero para
recobros diferidos en la posguerra. Solo ver lo que sucede a Ucrania, donde el
pago que demanda Wall Street por los gastos de guerra (Trump habla de 350 mil
millones, monto que intenta ser cobrado con acuerdos con Kiev sobre tierras
raras y litio), dejaría empeñada dicha nación por generaciones, y sin que ello
signifique siquiera que va salir triunfadora de la misma. (lo peor es que esta
riqueza mineral ya parece estar capturada por los rusos). Ver referencia 2.
Otro tanto
se presenta cuando lo que Washington vendía como protección militar queda a su
vez en cuestión como la invulnerabilidad de sus sistemas antimisiles (considerando
el caso EEUU con Israel contra Irán. No solo pensar en la ya venida a menos Cúpula
de Hierro como incluso en los portaviones que deben estar alejados de los
rangos de misiles hipersónicos que los tiene Rusia, China, Irán o hasta Ansar Alláh
en Yemen), esto sin sumar un problema también estructural y es que las
emisiones de dólares han “hinchado” el costo de producción de cualquier cosa en
Occidente, lo que incluye equipos militares, por su puesto.
Por su
parte, pasada la batalla ideológica entre capitalismo y socialismo luego de la
caída de la URSS, hoy emergen con cierta sorpresa la batalla entre un Estados Unidos
del protestantismo cristiano(la que tiene en el fondo el conductismo de la sumisión
al empresario y con la que tienen
colonizada buena parte de América Latina) basado en iglesias impulsadas por
magnates de Wall Street y con lo que buscaban socavar el cristianismo de Roma
en su territorio(recuérdese que Pence, el vicepresidente de Trump en su primer
mandato era representante de este sector);
el islamismo que sobreviene a la revolución iraní (un estallido social
juvenil contra la monarquía del Sha hizo que Francia enviara un clérigo, el que
consideraban iba a hundir a la postre en el caos a Irán para luego reinstalar de
nuevo un gobierno vasallo), presidida por el Ayatola Jomeini; el budismo chino(lo
que le da a China un perfil diferente del capitalismo y lo mezcla con el
encuentro consigo mismo y la cooperación activa con el desarrollo del Estado); la
iglesia ortodoxa de Moscú, que reclama ser la verdadera heredera de la iglesia
de Roma, luego que esta ante las invasiones “bárbaras” al imperio romano
tuviera que migrar a Constantinopla y el hinduismo, que también emergió en India
luego del declive de los ideales socialistas, importantes en su momento en Delhi,
y que soporta la perspectiva de regímenes de casta(clase) soportados en la “necesidad”
de pagar un karma en el presente (como lo es el pecado original en la religión
católica que condena la reproducción como especie. Puede entenderse como que un “sacerdote”, un
monarca, empresario, sociedad o cultura, conocido un fenómeno que imprime la
naturaleza se interpone y lo arbitra como forma de instauración de poder y
autoridad), en un proceso de as-censo en la cons-ciencia espiritual en un ciclo
asociado a la reencarnación(un poco, la resurrección de los muertos en el caso
del cristianismo).
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