La escalada de recortes del gasto en la
administración federal en Estados Unidos mientras con el eslogan “drill baby,
drill” (perfora nena perfora) evidencia en líneas gruesas el timonazo que orienta la élite estadounidense en la era del declive de la hegemonía en medio del gobierno Trump.
Se extiende a la contención de la litografía en la Reserva Federal,
acorde con el esfuerzo de contraer los déficit presupuestales federal y comercial internacional
de Washington, mientras que las emisiones resguardarán con preferencia la
extracción y garantía de acceso de combustibles fósiles no convencionales(el
convencional está en proceso de agotamiento a nivel global, sustentable a
precios actuales en su explotación en contraste del no convencional o de
extracción mediante fracking) a la potencia del Norte.
La expresión del presidente Trump de que no está interesado en el petróleo venezolano (igual "desinterés" que EEUU manifiesta respecto de yacimientos de petróleo convencional en el mundo, lo que incluye el Golfo Pérsico, in extenso a Irán o Rusia) es pues un cañazo al mejor estilo de colocar una simulada presión al contendor en el juego de póker. De hecho, ha trascendido que la visita a Caracas del enviado de Trump, Richard Grenell incluyó la extensión de la licencia de explotación de petróleo de Chevron en el vecino país, un contraste si se piensa que Marco Rubio en su reciente visita a la región latinoamericana llegó presionando los países con el tema de la migración mientras el caso del enviado Grenell a Venezuela incluyó aspectos propiamente comerciales y relativos al oro negro.
En este juego de estrategias, hay que considerar la retoma del control del Canal de Panamá por parte de Estados Unidos como un mecanismo para evitar el flujo de petróleo entre Caracas y Asia se realice través del istmo, obligando a que los buques petroleros tengan que hacer el tránsito por la ruta del Mediterráneo-Canal del Suez (que entregaría potencialmente petróleo a Europa Occidental, pero una ruta con problemas debido a la lucha armada entre Yemen y Estados Unidos en el Mar Rojo) o la ruta del Cabo de la Buena Esperanza. Es decir, busca llevar a que China y los países asiáticos desistan del comercio petrolero con Venezuela, pese a que hoy según la IA de Google, Gemini, el 68% del petróleo que Caracas exporta es en dirección a China, un intercambio que ha generado ingresos al país caribeño en la última década por 50 mil millones de dólares.
Ahora bien, más allá de apretar las tuercas en los estrechos y pasos interoceánicos del mundo por parte de Washington, emerge otro serio problema si se trata de contener el deslave de la hegemonía estadounidense.
Hasta el año 2022, año de inicio de la guerra en Ucrania, Estados Unidos era quien concentraba el sistema de pagos del comercio internacional, el Swift. Como decir, establecía a través de este sutil mecanismo, el verdadero soft power de Washington, quien, como y que se comercializaba país a país en el mundo, una herramienta colosal que se consolido en los últimos 80 años, luego de la Segunda Guerra Mundial, y que hasta el año 2022 ningún país estaba interesado en poner en cuestión, menos establecer mecanismos de pago oficial entre Estados y paralelos al Swift. Pero lo que, desde el inicio de la guerra en Ucrania, a la que sobrevinieron una cascada de sanciones comerciales a Rusia apalancadas precisamente en el Swift, ha cambiado debido a que tanto China como Rusia, Irán, la India, los BRICS +, han establecido mecanismos de pago del comercio al margen no solo del Swift, sino del dólar en tanto promueven intercambios comerciales en moneda local.
En esta escena, Estados Unidos ya no conoce que y quienes comercializan productos en el mundo, y ha terminado parcialmente cegado de sus posibilidades de actuar en la geoeconomía y geopolítica, lo que explica, perdido este soft power, lo que queda es la intimidación país a país en donde Estados Unidos define intereses, convirtiendo el comercio en arma arancelaria, algo no muy diferente cuando se trata de los migrantes igualmente convertidos en arma contra los países, lo que busca primero obligar a las naciones a sentarse con Estados Unidos y segundo, doblegarse respecto del rediseño de los tratados comerciales.
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