2025/02/23

Hoy se llevarán a cabo las elecciones al Buntestag alemán en un país de régimen parlamentario donde es la correlación de fuerzas políticas lo que determina la elección del Canciller o poder más representativo del gobierno teutón.

La derrota militar alemana en la Primera Guerra Mundial derivó en la caída de la monarquía en dicho país, siguiendo la guía de lo ya sucedido en la Revolución Francesa, el establecimiento de un régimen parlamentario de gobierno de elección popular. Aún así, las denominadas “reparaciones”, o pagos a los países vencedores  de la Gran Guerra ocurrida entre 1914 a 1918 sumado a la crisis mundial de 1929 en la conocida como primera globalización, hundió a Berlín en la inflación en un periodo de auge del marxismo y de la organización sindical que hacía pensar en la instalación de un gobierno socialista con reflejo en lo sucedido en Rusia desde 1917, pero que recibió como respuesta de parte de las élites alemanas, la decisión de sumarse al proyecto Social Nacionalista o Nazi, que integraba una iniciativa para liberar a Alemania del yugo derivado de la derrota de la Primera Guerra, recuperar las fuerzas armadas, proyectar el desarrollo capitalista a gran escala con impulso educativo y en consecuencia  industrial, que a su vez,  con una economía fundada en la dinámica del consumo interior inicialmente, compartir garantías, ingresos y acceso a bienes y servicios progresivos a los trabajadores.

No hay duda que el gobierno del Tercer Reich despuntó en sus fines económicos, el desarrollo económico, industrial y tecnológico excepcional. El carro popular, la invención de las autopistas o el desdoblamiento de las ciudades en un país con palanca demográfica basado en el “crecimiento económico”.

En contraste con los logros económicos, tampoco hay duda, que hay que reconocer como el partido Nazi eliminó paulatinamente los sistemas de contrapesos en el Estado, basado en el progresivo ascenso en su posición en el Parlamento y convirtiendo el gobierno de atribuciones excepcionales en la norma.

El impulso de la máquina económica alemana adquirió tal vertiginosidad que demandaba recursos igualmente excepcionales por lo que el endeudamiento exterior se elevaba con el riesgo de asumir un impago internacional e inflación descontrolada por lo que la deriva imperial no tardó en hacerse presente. Por demás, la meta de librarse del yugo de los países que vencieron a Alemania en la Primera Guerra era un referente indudable, y esto mismo es lo que explica las causas de la Segunda Guerra(60 millones de muertos). La masacre generalizada contra opositores al régimen no importando su color político o “raza”, o las capturas generalizadas de personas (considerar que se tomaban grandes capitales y ciudades evitando levantamientos en la retaguardia al presentarse los avances terrestres) es también la norma en este tipo de procesos en el mundo.

Hoy estamos en que Alemania enfrenta la mayor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial consecuencia de la guerra en Ucrania y la decisión occidental de cortar de manera importante los negocios con Rusia, lo que trajo como efecto la multiplicación por 5 de los precios del gas que fue sustituido por compras a Estados Unidos(entre otros gas proveniente de fractura hidráulica o fracking), combustible sensible para el desarrollo alemán y que era suministrado por Moscú esencialmente. Este fenómeno ha agudizado la pérdida de competitividad industrial de Berlín respecto de Estados Unidos o China, lo que busca mitigarse con disminución de la remuneración a los trabajadores y del gasto social en general. Por su puesto, el malestar social que emerge en este contexto es el que anima la persecución de los migrantes en Alemania, y que explica el ascenso de partidos como Alternativa para Alemania (AfD).

Las pasadas elecciones de diciembre de 2021 en Alemania mostró los confines del bipartidismo gestionado por décadas del balancín Partido Social Demócrata- Unión Demócrata Cristiana (PSD-CDU).

La solución ya compleja fue crear una coalición atomizada y ampliada q incluyó el PSD, CDU, Verdes y Liberales, con banderas ciertamente disímiles y que llevo a la Cancillería a Scholz del PSD, el mayor partido en votos.

Fue realmente un experimento que intentaba evitar llamar de nuevo a elecciones que permitieran solicitar al pueblo una decisión más concreta, pero ante el salto registrado por AfD que llegó al excepcional, para la historia de este partido con apenas una década de existencia, del 10 por ciento, pudiera fortalecerles aún más.

Y este es el round es en el que nos encontramos para la elección precisamente hoy.

Como se sabe, Trump y Musk están haciendo campaña a AfD, un partido que, aunque promueve el fin de la guerra en Ucrania, también representa una vertiente que se presenta más influenciable por Washington que los partidos más tradicionales.

No hay duda, que la élite estadounidense converge en responsabilizar los bipartidismos de las principales potencias del Viejo Continente de la derrota en la guerra en Ucrania, debido a posturas más conservadoras en cuanto a compromisos propiamente financieros, incluso militares.

La baza de EEUU con AfD, que ahora según encuestas prevé ser la segunda fuerza política del país teutón busca hacer más débil el gobierno alemán, lo que hace pensar que Washington tendrá mayor poder de incidencia en el Corazón de Europa.

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