Como efecto, los países industrializados de manera coordinada están aplicando medidas para reanimar sus economías, como la emisión de dinero para la compra de cartera vencida de los bancos y que pertenece, entre otros, a las familias y a las empresas, y que sintetiza una fórmula para trasladar estas deudas a los balances de los Estados.
Los países emergentes también hacen parte del mecanismo de socialización de estas pérdidas, puesto que a la emisión de divisas sobreviene una devaluación de las mismas, lo que se traslada al mundo por la vía de los pagos asociados al comercio y de hecho, a los depósitos que existan de dichas monedas a escala global.
Una fase subsiguiente de la crisis, se presenta conforme se prolongue en el tiempo la erosión a la que está expuesto el indicador de confianza, respecto de la capacidad de pago de los países endeudados, algo que va de la mano del crecimiento de sus propias deudas y un riesgo que exhibe Estados Unidos, la Unión Europea, Inglaterra o Japón.
Complementariamente a la emisión de divisas, los bancos centrales de los países industrializados han agotado otra herramienta que buscaba recuperar la dinámica de sus economías, cual es abaratar el crédito en sus países mediante la disminución de las tasas de interés.
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