
La monarquía saudí, por algunos analistas catalogada como una de las más conservadoras del mundo, es pilar de la geoestrategia de Estados Unidos en Oriente Medio y quien administra el país que disputa el primer lugar de producción de petróleo a nivel global, con la republica federada de Rusia.
La clave del petróleo y la política regional ha permitido al gobierno saudí estar al margen de cuestionamientos sobre la administración autocrática de Arabia Saudita, sin embargo, ello podría eventualmente modificarse.
Esto tiene que ver con el nuevo formato con el cual Occidente está revisando el carácter de sus aliados y que se observa en cómo interpreta el que hacer de las movilizaciones sociales en el mundo árabe, su apoyo diplomático o si es necesario militar, a las mismas.
De ahí la caída del gobierno Mubarak en Egipto y la actitud comprensiva para con lo que sucede en Yemen. En la lista se incluye a su vez a Bahréin, donde la monarquía saudí sin consultar con Washington y en alianza con los países del Consejo de Cooperación del Golfo, intervino militarmente con el fin de contener las revueltas de la comunidad chiita en la isla, que representa el 70% de su población y que está al margen del gobierno.
De hecho, la producción de petróleo saudita que de alguna forma ha servido como garante de sustentación de la monarquía, hoy puede representar un centro de inestabilidad, sobre todo, por la escasez del crudo y sus altos precios internacionales.
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