2010/07/12

Unidad Nacional
Iván Saldarriaga
Colombia, durante el siglo pasado, solo ha tenido tres gobiernos civiles que convocan a la unidad nacional como política oficial: el de Olaya Herrera, en 1930, después de 40 años de hegemonía conservadora; el de Mariano Ospina, en 1948, después del asesinato de Gaitán y de la destrucción de Bogotá el 9 de abril de ese año; el de Alberto Lleras, en 1958, luego de la caída del régimen militar y en la inauguración del Frente Nacional.

La coyuntura actual, en la que el presidente electo Juan Manuel Santos convoca otra vez a la unidad nacional, ocurre luego de casi 120 años de la vigencia de la Constitución de 1991 en una época caracterizada por la violencia paramilitar y guerrillera, y coincide con la finalización de 8 años de gobierno autoritario, durante el cual casi han desaparecido los dos partidos tradicionales del país.

Los actores de la violencia no han sido derrotados a pesar del éxito de la “seguridad democrática” en medio de la represión violenta que llevó al poder a Álvaro Uribe. El presidente electo parece comprender que a la oposición hay que manejarla con garrote y zanahoria, y que llego la hora de la zanahoria.

Pero no resulta fácil imaginar cómo se puede hacer oposición al mismo tiempo que se participa en el gobierno. Mockus, en nombre del partido verde, rechazó su participación en la próxima administración de Santos con el argumento de que necesitaba tener las manos libres para dedicarse a una “oposición” deliberativa y constructiva.

Petro, del Polo, planteó al presidente tres puntos para discutir: tierras, agua y víctimas. Luego de reunirse con él, Petro anunció su participación el próximo gobierno y algunos sectores del Polo denunciaron ese acuerdo como algo cocinado por Petro a espaldas del partido. Pienso que ese acuerdo es algo perfectamente lícito pero lamento que pueda terminar en una formalización de la división del Polo, y una salida de ese partido del excandidato presidencial, y de sus amigos.
Así las cosas el próximo gobierno cuenta con la vinculación de los partidos liberal, conservador, y cambio radical lo que le coloca con arranque prácticamente sin oposición.

Todo esto se presenta en medio de las discusiones sobre el asesinato de Manuel Cepeda y por la condena por los desaparecidos del Palacio de Justicia . El tiempo no se detiene y en los jusgados se adelantan juicios que afectan a amigos y allegados del presidente Uribe lo que ha resultado controversial y siembran odios en el caso de que no se tramiten con imparcialidad.
La impunidad es uno de los combustibles de la guerra.
Santos tendrá que demostrar que en los conflictos entre víctimas y victimarios apoya a las primeras para que obtengan pronta justicia. Somos muchos los que no queremos ver más jueces amenazados, asesinados ni exiliados, como la jueza que hace poco condenó al coronel Plazas Vega, y fue obligada a irse del país.

La unidad nacional no puede obtenerse justificando asesinatos como el de Manuel Cepeda con el argumento de que simpatizaba con las FARC. Ojalá Santos así lo entienda.