2025/08/02

Una de las principales críticas que hacían los neoliberales a los keynesianos en la pasada década de los ochentas, era que el exceso de regulación a la economía por parte del Estado conducía a regímenes dictatoriales y antidemocráticos, la encíclica de Hayek.

El fin era trasladar el poder del estado a élites (el tema de que el ejercicio del Estado en las labores públicas estaba contaminado de corrupción obvia el hecho de que los partidos tradicionales son extensión de los grandes empresarios). Era en la práctica el fin del Estado, vaciarlo de su sustancia que eran los bienes patrimoniales y el aprovechamiento(transformación donde se produce la riqueza) y lo que daba la posibilidad a la recreación de la sociedad con inversión pública, la democracia. Paulatinamente las constituciones quedaron en el papel en lo progresista mientras, la labor de Congresos y Cortes en muchos aspectos era derogar lo que irritaba la perspectiva Neo, mientras se impuso la alcabala, vivir de los impuestos al ejército de desempleados "producto" real del modelo. 

Sucede con la situación del mundo virtual con las redes sociales y la internet, y es que ningún estado debe regular la red porque ello significaría afectar las libertades individuales y el derecho a la expresión de las personas, pero que en la práctica oculta el deseo de que las tecnológicas estadounidenses (en el caso de occidente) mantengan el terreno libre y el monopolio del control de las sociedades.

Se apareja con la discusión de que los Estados no deben regular y regir la educación básica, primaria o superior(ni que hablar del poder que en este sentido poseían los representantes de Dios en la tierra, las iglesias) y, de nuevo, de lo que se trata es de desconocer que los “valores”, la cultura y las visiones de las sociedades son regidas por las Big Tech de Wall Street quienes hace rato superaron las capacidades y la atención(llegan a ser 7 horas al día de exposición) de las personas a los contenidos impulsados por Meta, X o Alphabet, lo que ya adquiere nueva máscara con los servicios de ChatBot. Ya no es el aula, la familia, los amigos, el sermón del patriarca (por el que ya pocos optan) si no la visión que imprime la pirotecnia del smartphone.

Las normas de uso, esas que por cada actualización hay que aprobar so pena de perder el servicio es una forma de dictadura digital o derogación, también de facto de las constituciones políticas, país a país del mundo y de donde las compañ+ias obtienen la mena con que estructurar algoritmos con los que se amasa la forma de pensar de las personas, lo que va más allá de cualquier cosa que este impresa en el papel de una constitución o un libro de texto de un colegio, un neocolonialismo, en el que, de nuevo, los estados no tienen hasta ahora la posibilidad de arbitrar o regular. Por su puesto, lo ideal es que los Estados recojan una visión que nazca del interés nacional más que de la impuesta sin rubor por Wall Street.

El caso es diferente para China o Rusia donde hay una soberanía digital, lo que para Estados Unidos significa violación a la privacidad de los usuarios, el control y represión de las sociedades, como diría Hayek.

El referente es el que ha abierto Brasil y es obligar a que las tecnológicas de cualquier lugar cumplan con las normas locales y con estándares de transparencia en sus algoritmos que les permitan ser regulados por entidades públicas, lo que debe extenderse país a país en el mundo o en el mismo Estados Unidos.

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