Desde la crisis financiera
mundial del año 2007, los principales bancos
centrales que giran en torno a Occidente, han precipitado sus tasas de interés a
niveles que oscilan en torno a cero y desarrollado programas de estímulo con el fin de animar los aparatos productivos,
los mercados financieros y el crecimiento económico que soportan.
Ahora bien, a esta altura y luego
de cerca de una década de maniobras financieras los bancos centrales
occidentales no logran las metas propuestas,
sin embargo este ejercicio desnudó las limitaciones de sus capacidades de
incidencia en la geoeconomía global y la interdependencia que Occidente tiene
ahora mismo de China, y de manera
ampliada con los BRIC (Brasil, Rusia, India y China).
Ante esta realidad, Occidente queda preso de tasas de interés
negativas o cercanas a cero mientras entran a revisión los mecanismos con los que países como Estados Unidos o
agrupaciones de países como la Unión Europea, instrumentan el orden económico
y financiero global.